02/02/2020 – El eslabón perdido

 

Génesis 6:2-4.

 

“Sucedió que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas. Entonces tomaron mujeres para sí, las que escogieron de entre ellas.

 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre”.

 

Estos “valientes hombres de renombre”, son los héroes que aparecen en todas las culturas y que generalmente cumplen con una función civilizadora, enseñan a los individuos las nociones de la cultura y la técnica,  siendo los patriarcas de los que descendería una gran parte de la humanidad.

 

No soy de hacer teorías rebuscadas ni sobre el origen del hombre, ni sobre su naturaleza. Pero  me ha llamado siempre la atención ese desarraigo y contraste entre la constitución biológica, también mental, de nuestra especie, con el resto de los mamíferos. Es como si viniéramos de fábricas diferentes.

 Si. Nuestros  compañeros de planeta han adaptado su evolución al medio, a la supervivencia; naciendo cada individuo  con elementos en su propia estructura física que le protegen para desarrollar su vida y necesidades, sin romper el equilibrio de los ecosistemas…

Y entonces, aquí llegamos nosotros, el Homo (y la Homa) Sapiens, sin llevar incorporados en nuestra naturaleza las herramientas básicas de supervivencia.

 ¿En qué momento aquellos antepasados perdieron el pelo, las fuertes dentaduras y la masa muscular… para tener que buscar soluciones “artificiales” de supervivencia?

Calzado, vestido, útiles para elaborar y transformar el mundo circundante, crean una “industria” que, para compensar esas carencias, se convierte en una intrusa que alterará y modificará el medio, hasta el punto de poner en peligro la supervivencia de la propia raza y de otros seres vivos.

Así llegamos a este momento cultural en que todo es extraño. El crecimiento desestructurado de los elementos que transforman el mundo natural en artificial, va por delante de los esfuerzos que la conciencia tiene que hacer para comprenderlo.

 

Es paradójico. La conciencia intenta estructurar lo que su propio “dueño” desestructura; y esto nos convierte en extraños de nuestro propio mundo.

Ante este panorama donde la globalización desdibuja las particulares identidades de arraigo de los pueblos, donde la velocidad y cantidad de estímulos hacen difícil el procesamiento de la barbaridad de datos, uno se pregunta el camino a donde lleva todo esto.

 

En principio, parece que los frenos están rotos, que las riendas de los procesos se fracturaron hace tiempo, y que la diosa entropía es la reina de las sociedades.

 Sin embargo, la vida busca la superación, la armonía;  todo tiene un sentido, y el ser humano siempre lo ha buscado y lo seguirá buscando.

 

Por eso creo que este momento tan especial (tan distinto a siglos anteriores en lo que tiene que ver con la percepción del mundo, su comprensión y entendimiento) también ha de tener un sentido.

Quizá estamos ante un movimiento bidireccional, quizá la propia conciencia sea capaz de aprovechar las condiciones en que tiene que moverse, para su propia transformación.

Tampoco sé qué futuro nos espera. Pero sin duda, la parte creativa capaz de relacionar y dar sentido a tanta ramificación en el árbol de la realidad, será el motor de los cambios para construir modelos de vida integradores y constructivos.

En el mundo pasan muchas cosas, hay cosas horribles que van contra la vida, contra los derechos humanos. Pero siempre ha sido así; lo que ocurre es que los medios de comunicación lo cuentan todo, ¡todo! De cualquier parte y Rincon del mundo. Estamos muy saturados, al borde del bloqueo. Y, tristemente, las noticias de solidaridad, generosidad, empatía y altruismo quedan ahogadas por las otras. Los egoístas, desequilibrados y desalmados meten mucho ruido en sus catarsis.

Generan impactos estupendos en los mas media sensacionalistas, y se hacen notar mucho mas que los que produce la gente coherente y equilibrada, cuya labor suele ser mas silenciosa y menos perceptible.

Es verdad que hay sociedades y culturas donde los Derechos Humanos brillan por su ausencia; incluso países en los que ha habido retrocesos, pero en el mundo “civilizado” aunque queda mucho por hacer, se ha avanzado.

La historia y las fuentes dan fe de que estamos mejor que nunca, si comparamos con la época antigua, medieval, incluso moderna, donde el concepto de Derechos Humanos ni siquiera existía.

Así pues, hay que seguir apuntalando y consolidándolos, sin bajar la guardia.

Ese es ahora nuestro trabajo, vigilando y modificando mentalidades en nuestro radio de influencia, porque “nunca olvides que solo se necesita una crisis política, económica o religiosa para que los Derechos Humanos se pongan en peligro; usted debe estar atento toda su vida” (Simone de Beauvoir)

 

Raquel

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