Humildad… ¿dónde estás humildad?

Todo da y nada lo detiene,

generoso y feliz que nunca piensa

si está llena o vacía la despensa

¡más rico es quien más da que quien más tiene!

Se sabe en ultramar que en su trastienda

de ayuno y abstinencia tienen bula.

y Joaquín, mientras crece su leyenda

si la escasez acecha, disimula.

¡Guste usted el plato de la casa!

hambre y pena no caben en el cielo.

si la necesidad te sobrepasa

en casa de Joaquín tendrás consuelo.

Trae Pilar pastel de leche frita

y ese vino que hace sabios a los necios.

¡no beba en soledad, que “El Chapa” invita!

pues nunca confundió “valor” con “precio”.

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Estos versos pertenecen a una canción que escribí hace ya algunos años que se titula “La leyenda de El Chapa”. Cuenta la historia de una fonda regentada por Joaquin, El Chapa y su mujer Pilar, ubicada en Mas de la Matas, en el Bajo Aragón, en la época de la posguerra. La calidad y la abundancia de sus comidas eran tan conocidas que venía gente de otras comarcas, independientemente si podían pagar o no.

Tal vez la generosidad fuera el mayor valor que atesoraba esta pareja. Generosidad llevada al extremo de arruinarse antes de hacer pagar a aquel que, urgido y derrotado por la necesidad, no podía hacerlo.

No obstante, a mí siempre me ha parecido que la leyenda de “El Chapa” es la leyenda de la humildad. Y lo es porque nuestro protagonista sabía poner al mismo nivel a todas las personas, independientemente de si eran vencedores o vencidos (no olvidemos que la posguerra en aquellas comarcas fue complicada y cruenta), ricos o pobres. Todos tuvieron acceso a la magnificencia de sus comidas y a su reputada generosidad.

¿Dónde estás humildad? No te encuentro en la pantalla de la televisión, ni en los programas radiofónicos matinales, ni en los chats de las redes sociales. No te veo en el fragor y el ruido de un graderío en un campo de futbol, ni en los platós de los programas de color rosa ni en muchas entrevistas a gente que nos muestran porqué tenemos mucho que aprender de ellos, aunque no puedo afirmar que, realmente, no estás en ninguno de estos sitios.

Según Clay Newman, permites a quien te posee, la posibilidad de silenciar sus virtudes para que los demás puedan descubrir las suyas.

Tu nombre tiene origen latino. Tu etimología nos habla de “humilitas” cuya raíz, “humus” significa “tierra”. Y es cierto que todos venimos de la tierra y que somos iguales en el momento de nacer, en nuestros más remotos orígenes. Y es eso, precisamente, tu principal misión, recordarnos que la dignidad de todo ser humano no tiene grados ni jerarquías, que somos de barro y de él venimos y en ceniza nos convertimos al final de nuestros días.

Según algunas publicaciones de la Universidad Autónoma de México, la humildad se atribuye a quienes han desarrollado la conciencia de sus propias limitaciones y debilidades y actúa en consecuencia.

La humildad tiene varias acepciones: se utiliza su nombre para referirnos a las personas que no tienen recursos económicos y también se usa como sinónimo de sumisión.

La humildad, en su acepción como valor es una actitud relacionada con la virtud de la modestia. Según las mismas fuentes, cuando la humildad aparece, en ese instante se corrompe y desparece, ya que la humildad, en caso de existir, son los otros quienes la ven, nunca nosotros mismos ya que nuestra esencia va más allá de lo que decimos, hacemos o tenemos y porque, tal vez, nuestras cualidades forman parte de nosotros, pero no son nuestras.

¿Dónde estás humildad, por qué no te vemos? Quizá porque las personas humildes, en tanto que sabias, pasan desapercibidas. Quizá también porque los humildes consideran los errores y las equivocaciones como algo de lo que aprender, forman parte de la otra cara de la moneda, éxito y fracaso, ambos necesarios para la evolución personal. ¡Y qué pocas veces se exalta el fracaso y el error en el escenario de la vida!

Es muy común la definición de humildad como la falta de soberbia. Seguramente su esencia va más allá, ya que, como decía Kant, la humildad no es un concepto sino una conducta, un modo de ser, una forma de vida. Como actitud que es, no se posee, sino que se practica y se ejercita, supongo que no sin esfuerzo. Según el filósofo, “la humildad es la virtud central de la vida y brinda una perspectiva adecuada a la moral”.

La humildad, como fuente de evolución personal, es la esencia del progreso. Es, además, según diversos autores, un signo de fortaleza, lejos de serlo de debilidad a la que muchas veces se asocia. Es también un indicador de sabiduría, en tanto en cuanto, el humilde acepta su nivel evolutivo y, por lo tanto, está en situación de poder superarlo.

A estas alturas, humildad, ya te habrás dado cuenta de que la perspectiva social sobre ti, en muchas ocasiones, está muy lejos de tu verdadera esencia. Hay muchas personas que no están preparadas para enfrentarse a los méritos ajenos. Es por ello por lo que mucha gente confunde al humilde con aquel que hace el servicio de no compartir méritos y logros que les puedan herir, por no haber conseguido algo semejante. El compartir méritos y logros no debe confundirse siempre con soberbia, la humildad estaría en la actitud con que se hace.

En el ámbito de la religión, se te asocia a menudo, humildad, con pobreza. En todos los casos tu nombre se asocia a quienes reconocen una autoridad divina superior. El budismo, por ejemplo, va más allá, y te considera como el camino que se debe seguir para liberarse del sufrimiento.

Como no podía ser de otra manera, las corrientes filosóficas que en el mundo son y han sido, se han referido a ti de forma prolífica. La mayoría de ellas no difieren de la acepción moderna que el mundo tiene de ti y que ya hemos apuntado. De este modo, Sócrates afirma que eres la vía para llegar al conocimiento. Santo Tomás de Aquino, siguiendo los postulados de Aristóteles, te definió como una virtud moral pero no intelectual ni teológica, en la misma línea que tu prima hermana, la paciencia. Asimismo, Kant, como ya hemos nombrado, se refirió a ti en su “Genealogía de la moral” como una virtud con un norte claramente moral y ético. Reconocía Kant la existencia de una humildad virtuosa y de otra viciosa (humilitas spurea).

El contrapunto lo pone Nietzsche cuando afirma que la humildad es una falsa virtud que esconde las depresiones que una persona alberga en su interior. El filósofo alemán afirma que la concepción platónica del mundo entre terrenal y espiritual hace que se instaure una “moral de rebaño” donde el ser humano “se resigna a llevar una vida miserable y pasiva con la perspectiva de una recompensa otorgada por un ser todopoderosos en otra existencia”.

“Los humildes no tienen miedo” afirmaba Fray Patricio Sciadini. Sin embargo, es necesario referirnos a aquello que te limita, humildad, por el Norte y por el Sur, el orgullo y la vanidad.

En cuanto al orgullo, si bien Descartes aseveraba que es siempre vicioso, por el contrario, Hume defendía que el orgullo no se trata de algo perverso. Según el filósofo todos tenemos derecho a sentirnos orgullosos de nuestros logros y méritos. El orgullo, además, permite la autosuficiencia de no aceptar la lástima ni la compasión. Solo cuando se traspasan esos límites y se concreta en una estimación excesiva que conlleva a un sentimiento de superioridad, se convierte en pernicioso.

En similar línea de pensamiento se encuentra Kant cuando dice que el orgullo no infravalora a los semejantes, sino que trata de poseer méritos que le permitan no doblegarse ante los demás.

En cuanto a la vanidad, el propio Kant la consideraba cercana a la soberbia y es una forma de esclavitud ya que el vanidoso depende de los demás. A la vanidad, Adam Smith le da un sentido sicológico ya que es un mecanismo compensatorio de un sentimiento de inferioridad. Para Aristóteles es un vicio por exceso de la magnanimidad. No falta una acepción satírica de la vanidad, la del escritor irlandés Johnatan Swift, según el cual, la vanidad es una forma de humildad ya que el vanidoso se regocija de sus honores, pensando en el fondo que no es merecedor de tales.

Tenemos que ser conscientes, humildad, de que existen unas formas viciadas de tu naturaleza, de impostores disfrazados de ti, que actúan y hablan como tú: la pusilanimidad y la hipocresía.

El pusilánime llega a tener una auténtica falta de confianza en si mismo, negando sus cualidades y sus logros. Según Aristóteles, el no actuar de acuerdo con los logros y méritos de uno mismo es una necedad, indigna de ninguna persona excelente.

Por otra parte, la hipocresía, según Kant, es una aparente pusilanimidad, una falsa humildad que consiste en renunciar a toda pretensión de tener un valor en sí mismo.

Hay quien piensa de ti que tienes el poder de impedirnos caer en la fatuidad, en la tentación de tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos.

Tras este diálogo, tras estas reflexiones me atrevería a pedirte que te dejes ver un poco más, que nos acojas con tu abrazo limpio y perseverante. Aunque depende más de nosotros, de nuestro esfuerzo y actitud, te confieso, y no soy el único que lo piensa así, que me gustaría tenerte más a mi lado, me gustaría ser más humilde para ser mejor persona. Y también me gustaría ser más inteligente para poder ser más humilde.

He dicho

C. B.

Marzo de 2024

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