Ley Glass- Steagall
«Prefiero rescatar a los que producen alimentos que a los que producen miseria».
Franklin D. Roosevelt
Casi trescientos años después de su fundación, el primer mercado de esclavos de New York sigue gozando de una salud inmejorable. Hablamos, naturalmente, de Wall Street en donde las viejas aseguradoras de los transportes de esclavos siguen traficando con carne humana porque aunque ahora sea en forma de deuda y los llamen «productos financieros» lo que se encuentra al final del camino son la vida de millones de personas, víctimas de un sistema que muchas veces nos deja al arbitrio de una avaricia con el poder terrible e injusto de decidir quién comerá mañana o quién morirá de hambre pasado mañana.
La Gran Depresión de los años 30, provocada, entre otros factures, por prácticas de banqueros como Charles Mitchell, presidente del National City Bank (hoy Citibank) – prácticas como usar fondos del banco para darse créditos millonarios sin interés, u ocultar préstamos incobrables en paquetes de títulos que luego vendían a clientes confiados, o la evasión de impuestos – dejó a grandes masas de la población sin trabajo, sin tierras, sin hogar y en la más absoluta miseria al perder sus ahorros por la quiebra de los Bancos. La voracidad de la corrupta oligarquía económica, sin un liderazgo político que le hiciera frente y le impusiera unos límites, había conducido a los EE.UU. a un callejón económico sin salida ya que la población junto con sus ahorros también perdió la confianza en los Bancos por sus malas artes por lo que estos no lograban capitalizarse para volver a dar crédito lo que, a su vez, provocaba un estancamiento de la economía. Esta era la situación con la que tuvo que lidiar Franklin Delano Roosevelt cuando llegó al poder en 1933. El primer objetivo para salir de esta crisis, que parecía no tener fin, fue el restablecimiento de un sistema financiero al servicio de la economía real y del bienestar general. La revelaciones de la luego llamada «Comisión Pecora», por Ferdinand Pecora, encargada de investigar las causas de la crisis de 1929, habían provocado una ola de indignación general por las prácticas mafiosas que había sacado a la luz. El estilo de Pecora era algo teatral pero efectivo y había calado entre la población generando un clima social aprovechado por Roosevelt para aprobar la Ley Glass-Stegall.
Dicha Ley, básicamente, buscaba separar la Banca de Depósito de la Banca de Inversión tratando de evitar que los desmanes especulativos se financiaran con el dinero de los ahorros de los trabajadores y, de esta forma, que la economía de casino afectara a la economía real. Pero, además, se aplicaban leyes anti-monopolio para prevenir competencias desleales y se creaba una comisión de vigilancia autónoma con poder para aplicar sanciones a bancos que no siguieran unas determinadas prácticas lo que permitía, al Estado, garantizar los depósitos o rescatar al banco en caso de quiebra. Gracias a esta serie de medidas se logró recuperar la confianza en el sistema bancario y, con dicha confianza reestablecida, la economía empezó a crecer. Sin embargo, hasta la II Guerra Mundial no se volvió a los niveles de vida anteriores a la crisis del 29 que fue tan profunda que hizo falta una Guerra Mundial para recuperar los niveles de trabajo y actividad económica de tres décadas antes. (Y esperemos que la actual crisis no nos conduzca a otro escenario similar como parece que está ocurriendo). No obstante, sin las medidas del «New Deal» de Roosevelt, y entre ellas la Ley Glass-Stegall, esta recuperación nunca se hubiera producido.
En 1939, Ferdinand Pecora en su libro «Wall Street bajo juramento» advertía: «Bajo la superficie de la regulación gubernamental, las mismas fuerzas que producen los excesos especulativos desenfrenados del mercado salvaje de 1929 siguen dando evidencias de su existencia e influencia. No cabe duda de que, dada una oportunidad adecuada, caerán de nuevo en la actividad perniciosa». Y, en efecto, esta Ley, que presumiblemente evitó nuevas crisis económicas debido a la especulación, comenzó a ser cuestionada durante los años 70 sufriendo un debilitamiento con la llegada de Ronald Reagan al poder y su completa derogación el 12 de noviembre de 1999 durante la presidencia de Bill Clinton bajo la presión del lobby bancario que buscaba la fusión de Citibank y Travelers Group para formar Citigroup que, nuevamente, sería uno de los principales responsables de la actual crisis de las hipotecas sub-prime y CDOs al empaquetar hipotecas incobrables en productos a los que, sin embargo, se les otorgaba una buena calificación para vendérselos a clientes crédulos. Tal y como avisaba Pecora han vuelto a la «actividad perniciosa» en cuanto se les ha dado una oportunidad.
Los «banksters», término acuñado con la contracción de las palabras inglesas banker y gangsters, vuelven a estar al mando de las finanzas. Sólo que esta vez no parece haber ningún Ferdinand Pecora que los ponga contra las cuerdas desde la justicia, ni ningún Franklin Delano Roosevelt que los enfrente desde la política. Como decía al principio, el mercado de esclavos goza de una salud inmejorable.
J. B.