Me encontré contigo una mañana o una tarde.
Hablamos varias horas junto a un café o agua mineral.
Parecía que nos conocíamos de siempre.
Nuestra conversación generaba confianza.
Así nos conocimos y supimos quién era yo, quién eras tú.
Pero ese encuentro y su razón de ser tan importante,
culminó cuando nuestras gargantas expresaron
contenidos no habituales de cómo cultivar la fraternidad,
practicar la moral, interpretar símbolos y alegorías,
ser filántropo, estudioso, constante, prudente de las imperfecciones,
también del influjo de las pasiones y de los obstáculos que nos parecen insuperables
y que no son otra cosa que pequeñas dificultades
que con la práctica y la experiencia se resuelven con facilidad.
Sólo hay que despertar en nuestra mente el significado de cada causa vivida
y así iniciar un camino capaz de comprender que todo pasa y se supera;
también los abismos que nos abre la sociedad,
fanatismo, ignorancia, superstición, envidia, intolerancia, ambición…
Siguiendo nuestra conversación después de varias horas
comentábamos que nos daba la impresión que el tiempo no hubiera existido
y aun así parecía que no deseábamos terminar nuestra conversación.
Había una necesidad de expresarnos sobre lo que une por encima de las creencias,
Siendo, sin lugar a dudas, la piedra angular para hacer posible lo anterior.
Por ello le comenté que en nuestras reuniones trabajamos para perfeccionarnos,
nos inspiramos en la frase de Sócrates: Conócete a ti mismo.
Estudia, practica y observa. Para mejorarnos: Noscete Ipsum.
Al final me preguntaste que tenías que hacer para compartir estos ideales.
Te dije: sé sinceró contigo mismo, sin sectarismos, sin intolerancias,
no veas el mundo por una ventana estrecha, ni con oscuridad;
hay que ver el mundo en su totalidad, aun sabiendo que la vida tiene luces y sombras.
Si estás convencido de que esto es lo que buscas, estrechemos nuestras manos
y con ellas sellemos reconocernos como canteros del amor y la fraternidad.
Cuando duermo soy libre de influencias, pero no me entero. Me queda en la memoria. Lo más importante, el despertar para saborear la vida.
Jesús Aznar