22/12/2018 – Una institución para una sociedad en libertad

 

Se han dado definiciones muy distintas de lo que es y lo que no es la Masonería dando origen a confusión y, posiblemente, a no ser entendida en su realidad actual, ya que la variedad de grupos sociales organizados existentes en la actualidad cubren hoy de forma amplia parte de las deficiencias de nuestra sociedad.

 

Por otro lado, las propias Instituciones Masónicas y sus asociados no hemos creado un clima suficiente de normalidad y transparencia para que mujeres y hombres comprendan de forma acertada cual es la filosofía de esta institución, sus valores y su aplicación en la sociedad actual.

 

Además, una organización con implantación en casi todos los países del mundo y en la que han participado y participan personajes de extraordinario relieve en todos los campos de la vida, no debería vivir permanentemente de las rentas de su pasado, si no trabajar en el desarrollo de su propio presente intentando mantener, eso sí, la herencia histórica que se le ha legado.

 

También decir que la vieja y decimonónica etiqueta judeo-masónica-comunista aparece hoy trasnochada y superada por una sociedad que se fortalece cada día más en los valores democráticos. Solamente en aquellos países donde se instalan sistemas dictatoriales, la masonería es prohibida. Sin embargo, la Franc Masonería acata las instituciones legítimas del país en que vive y se reúne libremente, consciente de que cada masón es un eslabón unido a los principios de la libertad.

 

La masonería no tiene manuales de adoctrinamiento. El libro del masón es la vida misma, con sus partes de luz y sobras. La materia con la que trabajamos los masones son las ideas. El procedimiento es la palabra. Por eso, en las logias se crean foros de debate donde el contraste de experiencias y opiniones en libertad enriquecen al masón intelectualmente. La persona adquiere un sentido de orden con una ética y un concepto de la vida, dándole una visión amplia sobre los acontecimientos que mueven los engranajes de la sociedad. Después, cada cual aplicará estas enseñanzas de forma individual y colectiva, en su vida cotidiana, en base a su capacidad y formación. Así, la masonería no es el juego de una e  élite selecta o un poder económico, aunque sí posee la capacidad de crear ese marco de unión de gente diversa que, unidos por un método de trabajo, son capaces de respetar a su contrario buscando una síntesis en el contraste de las ideas y del pensamiento que obliga al masón a trasmitir a los demás sus conocimientos como realización personal.

 

 

 

Yo no necesito un paraguas para protegerme de la lluvia. En la vida hay mojarse

 

La masonería no es un grupo anticlerical o sectario. En su ámbito conviven creyentes con otros que no lo son o tienen diferentes interpretaciones sobre la espiritualidad del hombre. Sin embargo, si se puede afirmar que una logia masónica gusta de la riqueza espiritual, como se deduce de las propias preguntas que se hace todo masón cuando se incorpora a la institución: quien soy, qué sentido tiene para mí la vida y cuál es el final de la misma. Por eso el masón trabaja por la construcción de lo que simbólicamente llamamos el Templo del Amor y la Fraternidad, iniciando un camino de dura búsqueda espiritual, tanto que reafirma cualquiera de las diferentes corrientes de espiritualidad que coexisten dentro de la logia, garantizando el respeto a todas las creencias. Es decir, la masonería no es una religión. Por este motivo, el masón, no debate sobre temas religiosos en las logias, considerado que esto es parte de lo más profundo del ser humano, y sólo él en su fe establecerá o no su vinculación religiosa.

 

La Masonería no es una actividad política. En las logias no se admiten discusiones sobre este tema. Sin embargo, el masón sí debe ser un buen ciudadano y por ello debe intentar estar en todos aquellos foros donde se trabaja para la construcción de una sociedad más justa y tolerante, buscar vías de conciliación o mediación para la resolución de toda especie de conflictos y ser fieles defensores de los valores democráticos. El propio método masónico reprueba cualquier tipo de fanatismo, integrismo o tiranía. Como contrapartida el masón se constituye dentro de la logia como un centro de unión, reflexionando en un nivel más profundo donde no caben etiquetas ni sloganes pero en el que sí se precisa un trabajo que maneja unos valores que exceden lo político y se mueven en un contexto más libre y menos condicionado. No hay competencia entre partidos y Masonería. Por lo tanto, la calidad de la militancia política de cada masón será siempre con arreglo a los dictados de conciencia.

 

El masón conserva en su corazón un código de valores que lo identifican como tal. Siente la necesidad de compartirlos y, por eso, tiene la voluntad de participar en la creación de una sociedad más justa, donde el diálogo haga posible un mundo de Libertad, Paz, y Fraternidad que construya en la tierra un orden civil y espiritual como mejor legado para las generaciones venideras.

 

Un mundo donde el respeto garantice vivir sin hipotecar la existencia a las prisas generadas por una rabiosa sociedad de consumo que obliga a una permanente actividad sin límites, y permita reflexionar con sosiego sobre aquellos aspectos que sostienen los pilares fundamentales del ser humano. Familia, ciencia y trabajo, entre otros, aportando tiempo suficiente para alcanzar nuestra construcción personal de acuerdo a unos planos que armonicen un mejor diseño de convivencia que garantice un ser humano más completo y feliz.

 

Jesús Aznar

 

Ama todo lo que hay que amar y serás libre

 

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