El placer de hablar en público.
Se suele decir que hablar en público es un arte. El ser capaz de hablar en público sin miedo y sin temores es la clave para poder debatir, convencer y persuadir. En muchas universidades del mundo, una de las asignaturas obligatorias es la oratoria, hay debates de estudiantes y profesores de forma habitual, incluso agrupaciones de oratoria.
Aquí en España, como en muchas otras cosas, vamos un poco más atrasados que el resto.
En los últimos tiempos han aparecido seminarios, congresos e incluso me atrevería a afirmar que algún gurú de la oratoria. En estas líneas no pretendo hacerles competencia, ni presentar un estudio científico ni doctrinal sobre los principios básicos de la oratoria, pero sí dar algunos consejos prácticos, que por mi experiencia personal y profesional he ido descubriendo con el tiempo.
Algunas ideas previas. Aunque me guardo el mayor secreto de la oratoria para el último párrafo de este trabajo, podemos empezar por el punto de partida, que es muy simple:
conocer de qué se va a hablar. Cuanto más conocimiento se tenga sobre el asunto a tratar, o del tema de debate, o del producto a presentar al cliente, o de la clase magistral a impartir, mayor serán las posibilidades de terminar la sesión de una forma más que airosa.
A mayor conocimiento, menos desasosiego. No falla.
Una vez asentado este principio básico, podemos ir más allá: será muy importante preparar la sesión, adaptándola al formato elegido (clase en la universidad, presentación de un producto, debate televisado, junta general de propietarios de tu bloque de pisos, etc.).
Deberemos jugar nuestras cartas, y adaptar nuestra charla al público tipo de la sesión.
Cuidaremos el lenguaje, y también lo adaptaremos, así como prepararemos los materiales de apoyo con antelación y esmero. Dejar las fotocopias para la hora de antes, es un riesgo innecesario.
Mención especial merece el uso de presentaciones PowerPoint. Los mayores desastres de comunicación los he visto usando este tipo de presentaciones. Algunos consejos para presentaciones formales serían: a) No usar transiciones entre página y página (estrellas, efecto persiana, etc), b) Si la presentación lleva a enlaces de vídeos, asegurarse con antelación que hay conexión a internet, c) no usar aplausos al final de la presentación, d) El
Powerpoint no es un libro, es un guión para que el auditorio pueda seguir la sesión, no para que lea, e) Mucha atención con los colores, tanto de la letra como del fondo, y f) Cuidemos la vista de los asistentes de última fila: letras grandes y claras. En todos los casos, es recomendable llevar la presentación guardada en diferentes formatos y versiones (2003, 2007, Vista, etc) y en, al menos, dos soportes (pendrive, CD, etc).
Una vez se tiene el discurso preparado, y el PowerPoint listo, yo soy de los que se ponen delante del espejo y hacen dos o tres simulacros. A ser posible en el baño, a mí me gusta como reverbera mi voz en un espacio cerrado. No intentes grabarte con el móvil para luego verte frente al ordenador hablando y dando la charla. Es un suicidio y no ayuda.
Otra cuestión muy importante es ¿debo leer o debo memorizar lo que voy a decir? Como en muchas cosas de la vida, la solución está en un punto intermedio. Yo suelo imprimir lo que voy a decir en letra muy grande, en Word, Times New Roman 18, o 20, divido muy bien el texto para no perderme, e intento memorizar las ideas principales.
Llegado el día, es muy importante la puesta en escena. En la medida de lo posible, es muy importante conocer con antelación el lugar donde se va a hablar. Llegar con el tiempo suficiente para poder airear la sala, probar los micrófonos, hacer una prueba con el PowerPoint y dejar todo listo, es vital.
Y llega el momento crítico. ¿Es posible hablar sin nervios, sin temblor en la voz, sin sudor en las manos? Sí, y tengo la receta infalible, que nunca falla. Siguiendo los consejos que nombro a continuación, puedo garantizar al 100% que los nervios son desterrados en menos de 20 segundos.
Primero, la alimentación es clave. Para charlas largas, de más de media hora, es muy importante comer los alimentos adecuados. El mejor ingrediente para tener gasolina de tres a cuatro horas sin sobresaltos es la patata. Un carbohidrato de consumo lento, ideal para que nuestro cuerpo se mantenga en una posición estable de energía.
Afortunadamente podemos encontrar este ingrediente en cada uno de los bares de España.
La clave número uno la tiene el pincho de tortilla. A evitar la bollería y dulces, pues provoca una subida de energía rápida, pero corta en el tiempo, y a la media hora se produce una bajada considerable de concentración.
Segundo, el agua. No es casualidad que todos los grandes oradores cuenten con un vaso de agua al lado de sus papeles. Podemos pensar que es para aclarar la voz, pero no es así. Está demostrado científicamente que nuestro cerebro relaciona de una forma inequívoca la ingesta de alimentos y bebidas con una situación de no-estrés, de no-peligro. Mencionar aquí un experimento muy visual que se llevó a cabo en Estados Unidos hace unos años: se colocaron unas cámaras de video en cada una de las filas de un cine en el que se proyectaba una película de terror. Quedó demostrado en el 100% de los casos que cuando subía la tensión en la pantalla, nadie comía palomitas ni bebía refresco. Todo el mundo quedaba paralizado. O algo más cercano: comiendo o cenando a solas en casa, escuchas un ruido extraño en la habitación de al lado, y ¿qué haces? ¿Sigues comiendo? Beber agua es un truco excepcional. El auditorio pensará que estás aclarando la voz cuando en realidad lo que estás haciendo es tragarte los nervios.
Tercero, la imaginación. Está también demostrado científicamente que el cerebro humano no puede sentir dos cosas al mismo tiempo. O está triste, o contento, o estresado, o relajado, pero no todo a la vez. Para mí el truco más espectacular para parar de forma radical la aparición de nervios es visualizar en la mente un recuerdo o una imagen que nos de tranquilidad y sosiego: unas vacaciones en la playa, el abrazo de un hijo, el gol de Nayim, lo que nos de felicidad. No falla. En el caso de que nos encontremos ante un día poco imaginativo, hay un “plan b”, que es decirnos a nosotros mismos lo siguiente: “tengo nervios porque soy humano, y me maravillo de cómo me sudan las manos, me tiembla la voz, hormiguillas en la tripa… Qué maravilla es el cuerpo humano”. Al tener consciencia de los nervios, y de como el cuerpo humano se prepara para una situación de estrés, se consigue el efecto contrario, y retomamos el control.
Cuarto y último, la respiración. Antes de empezar a hablar, con la escusa de acomodarse en el asiento, es recomendable llenar los pulmones lentamente dos o tres veces para oxigenar nuestro cuerpo y conseguir tranquilidad interna.
Estos cuatro puntos son infalibles.
He dejado para el final el gran secreto de la oratoria.
Podrás ser el mejor orador del mundo, tener un timbre de voz precioso, tratar de los temas más apasionantes del momento, haber preparado el mejor Powerpoint, pero si no respetas lo más valioso que tienen las personas que han venido a escucharte, todo lo demás quedará en el olvido. El gran secreto no es nada más ni nada menos que el tiempo.
Lo más importante de una charla, discurso, mitin, clase, o similar, es el tiempo. Si el auditorio sabe que el tiempo reservado para la sesión es de una hora, es una hora. Le da igual que la persona que te ha introducido haya excedido su tiempo repasando lo importante que es tu carrera profesional y adulándote en demasía. Una hora es una hora.
Es un crimen excederte del tiempo, con muletillas reiteradas del tipo “y con esto ya termino, ya acabo”, o decir continuamente, “y por último, y por último…”. Una hora, es una hora. Es más, si son cincuenta y ocho minutos, mejor.
No podría terminar sin antes decir que igual o más que hablar es importante escuchar. Y aunque en una sesión o charla el orador pueda pensar que no es momento de escuchar, también puede hacerlo fijándose en las caras de su auditorio, en sus gestos, sus risas, sus rostros, e interpretar qué es lo que quieren o hacia donde quieren que dirijas tus palabras.
Se suele decir que hablar en público es un arte. Para mi, un placer. Espero que estos consejos sean de ayuda y todo el mundo pueda disfrutar y exponer sus ideas en público de la manera más placentera y relajada posible.
F. L. Y.