Yo te doy parte de mi libertad y tú me das parte de la tuya. Sé que me comprendes y podemos hacer posible esta mezcla. Con ella, todos los que vengan después no necesitarán ofrecimientos partidistas e interesados al ser igual nuestro ADN. Con esto no hacemos un ser único sino seres libres, sin interferencias, que no se alejen del bien común; hechos para la creación de una sociedad sin odio, división, enfrentamiento o que nos distancie a unos de otros con fronteras que nunca debieron existir.
Metáfora de la Calle Catón número 551
Entre la luz y la oscuridad de una calle cualquiera,
me vi de pronto en una calle de nombre Catón y en el número 551.
Entre empujones, falacias y humo que enrarecía el aire de esta calle global,
encajaban en el suelo empedrado, sin problemas,
adoquines irregulares de colores diferentes.
Eran varios siglos los que marcaban un brillo especial en su superficie.
Eran las pisadas de los ciudadanos que transitaron por él con sosiego y tranquilidad.
Mi sorpresa fue cuando llegué al número 5, tropezando en un socavón
originado por algunas manos que arrancaron adoquines para modificar el pavimento.
En el número 5 duplicado, otro socavón con una sima que parecía no tener fin.
Sólo oscuridad y confusión se sentían al mirar al fondo.
Antes de dirigirme al principio de la calle, descansé, reflexioné, y empecé mi andadura.
La reflexión me indicaba lo importante que es reconocer que todo comienza en uno.
Es casualidad que se llame calle Catón, ese libro donde comenzábamos los estudios.
Hoy en él hay una diferencia importante.
Estamos en el siglo XXI y empecé a leerlo.
Ciencia para avanzar, progreso para el equilibrio social, trabajo para la igualdad.
Con estas reflexiones caminé hacia la casa del número 1,
una casa intachable con el brillo de su estructura, solidez y una historia auténtica.
En ella había trabajo en equipo, unión de diferentes materiales y la fuerza noble del esfuerzo como garantía de duración en el tiempo.
Tal vez las calles no tendrían que tener nombre ni número. Éstos deberían ser la admiración de la hermosura que encierran sus construcciones bañadas con el sudor colectivo de quienes las hicieron posibles.
Soy consciente de que esto es una utopía. Pero no me rindo, prefiero aguantar su peso sobre mi espalda y mi libertad de conciencia.
Aunque cuando camines, si no miras hacia atrás, pienses que estás solo, haz un giro con tu cabeza y verás que el camino de la vida, aunque intransferible, no lo haces en solitario.
Jesús Aznar 27-10-2017