Los valores son el mayor patrimonio legado por nuestros
antecesores. La buena convivencia y el respeto entre los
seres humanos son la mejor garantía para la creación de
un mundo donde la Ciencia, Trabajo y Progreso garanticen
consolidar la trilogía de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Jesús Aznar – Discurso Segunda Gran Asamblea 2018
¿Es justa la igualdad?
La palabra igualdad es sin duda la más utilizada por los jóvenes de hoy. Todos aquellos que se consideran progresistas la utilizan continuamente para expresar un deseo de equidad y de justicia entre todos los seres humanos, al margen de su procedencia y de su raza. Y, para la mayoría de ellos, no existe un punto medio, o defiendes la igualdad o eres un facha irremediable. Sin embargo, nuestros jóvenes raramente son conscientes de que el igualitarismo encierra en sí mismo una gran desigualdad y aboca a nuestras sociedades al desinterés y a la falta de motivación. Y es que el término abstracto igualdad, al igual que sus similares “bondad”, “equidad”, “unidad”, etc., está lleno de matices y de significaciones no siempre bien asimiladas por el común de los hablantes.
Es cierto que el sustantivo igualdad se presta a interpretaciones positivas. Por ejemplo, nadie debe poner en duda que todos los miembros de una sociedad democrática avanzada deben ser iguales ante la Ley, pues este principio constituye uno de sus fundamentos esenciales. Cuando la señora Julia exclama “¡Calla, Enrique, lo que tiene que haber es más igualdad, no se debe discriminar a las mujeres!”, la señora Julia está en parte llena de razón, pues en matrimonios en los que ambos cónyuges contribuyen de manera regular a los ingresos domésticos – y esto es casi norma en la actualidad – es de justicia que ambos tengan las mismos derechos y obligaciones en las tareas del hogar. Pero fijaos que aquí más que de igualdad estamos hablando de equidad, de un equilibrio necesario entre los derechos y obligaciones de ambos cónyuges, elementos que a nuestro entender hubieran debido ser establecidos previamente por la pareja.
Igualdad es un término que significa que una cosa o entidad es igual a otra cosa o entidad con la que es comparada y eso, simplemente entra en el terreno de la utopía, de una utopía que daría lugar a sociedades clonadas, repetitivas, enfermas y faltas de motivaciones. Su punto de equilibrio, como ocurre en el ejemplo de la pareja visto más arriba, exigiría al menos que todos estuviésemos obligados a contribuir a la carga social con el mismo esfuerzo, aun admitiendo que este esfuerzo de cada uno de los miembros del grupo pudiera dar lugar a un resultado desigual. En este punto la igualdad estaría plenamente justificada atendiendo al principio de justicia social. Pero, ¿debe cobrar el mismo sueldo la señora Gómez que se ha esforzado durante cuatro años para ser una excelente cocinera que su compañero de trabajo, el señor Pérez, que lleva diez años auxiliándola en la cocina sin otra motivación que la de llevarse sus legítimos mil euros a casa para mantener a su familia? En puridad ambos realizan una labor loable – no existe un trabajo más digno que otro – pero de alguna forma hemos de premiar el esfuerzo por progresar de la señora Gómez, quien probablemente ha dedicado una gran parte de sus horas de ocio a mejorar su calidad de vida y, consecuentemente, la de la sociedad en la que se integra.
Pero ¿hasta dónde debería llegar el premio del esfuerzo? o, concretando la pregunta en nuestro ejemplo, ¿cuál debería ser la diferencia de sueldo entre la señora Gómez y el señor Pérez?, y aquí ya entramos en el significado del término equidad. Esta palabra que en su origen etimológico significa lo mismo que la anterior da una respuesta más actual a las necesidades de significación para éstas situaciones comunicativas. Equidad, unida a la palabra justicia (ésta última no es abstracta aunque también es femenina como todas las palabras anteriores) hubiera debido ser la exigencia de la señora Julia a Enrique, su esposo. La equidad, tratada con justicia y moderación no debe impedir que las sociedades avancen, aunque sí debería evitar las desigualdades vergonzosas que se dan en la práctica y que la Sociedad (ahora con mayúsculas) debería tender a mitigar. Banqueros y grandes dirigentes de las sociedades del IBEX tienen sueldos tan bestiales que llegan a superar la remuneración media de 500 mileuristas, de 250 trabajadores cualificados, muchos de ellos formados en la Universidad. Numerosos empresarios se enriquecen a costa de la explotación de trabajadores empobrecidos o simplemente con el uso de mano de obra infantil en países de bajo desarrollo económico y moral. Los bancos, a falta de imaginación para aumentar su ingresos, llenan sus arcas con las comisiones desmedidas de sus depositantes, con la especulación sin control en bolsa con el dinero de éstos mismos, adjudicándose unos sueldos y primas de espanto que producen un rechazo masivo en una sociedad subyugada e impotente.
Para esto está sirviendo la mundialización. Es esto lo que origina ese deseo legítimo de igualdad en los jóvenes progresistas de cualquier signo. Apoyada en la teoría filosófica de que entre todos podemos hacer un mundo más justo y equitativo (la pretendida igualdad), hemos llegado a la cima de la injusticia, al cenit de la desigualdad, pudiendo leerse en los medios de comunicación que en la sociedad actual, aproximadamente el 2% de sus moradores es propietario del 98% de los recursos. Deberíamos reflexionar seriamente sobre ello.