Desde el momento en el que planteamos cualquier análisis sobre el mundo de las organizaciones del presente y del futuro, nos viene a la mente una terminología que nos da pistas por donde se están moviendo los entornos laborales, como por ejemplo; Industria 4.0, Big Data, Internet de las Cosas, fábricas y maquinas inteligentes, nubes….
Todo ello nos viene a recordar que estamos viviendo momentos de evolución, que no de cambio, ya que una cosa es consecuencia natural de la anterior. Vivimos una 4ª ola o Revolución Industrial que transformará el qué, el donde y el cómo se hacen y producen los bienes y servicios.
Nunca antes en la historia habíamos estado tan conectados, tan sumamente conectados, por lo que desde mi punto de vista el reto que tenemos en la Organizaciones a día de hoy, es gestionar esta hiperconectividad. La interacción con los sistemas y las máquinas “inteligentes” nos aporta un alto nivel de eficiencia, pero también una gran cantidad de datos y de información. |
Este intercambio de información entre las máquinas, genera una nueva situación laboral, en la que las RELACIONES LABORALES y los agentes que las regulan han de renovar la manera de aplicarlas e interpretarlas, siendo necesario dar un salto cualitativo a la hora de; detectar las nuevas situaciones de riesgo que nacen (violación de intimidad, datos personales utilizados fraudulentamente, tráfico de información personal, etc…) y de aprovechar las oportunidades profesionales, de negocio, innovación y emprendimiento que afloran.
Es en este contexto, en el que como en cualquier momento de la historia precisamos ser conscientes de que quien está dirigiendo el cambio es el hombre. A nadie debe escaparse, que quien conforma la denominada “empresa inteligente” no es la máquina, si no el individuo que la ha diseñado, programa y mejora, hasta tal punto que obliga a que quien la concibió, recicle sus conocimientos para poder ser capaz de seguir diseñando, programando y mejorando nuevas máquinas…esta es la “empresa inteligente”.
Más allá de avances tecnológicos y mejoras de procesos industriales y de servicios, debemos encontrar el punto intermedio en el que; la tecnificación del trabajo no reste valor a lo manufacturado, que las competencias programadas en los sistemas no releguen el espíritu crítico del individuo, que el reparto de beneficios y de competencias no se haga mediante una criba algorítmica que desprecie la participación y la negociación, que la evolución técnica no sesgue los derechos de los trabajadores ni que los derechos de los trabajadores sean el escudo de quienes quieren frenar con martillos el avance de los procesadores.
Adaptémonos y aprovechemos la oportunidad que nos brinda su utilización, para alcanzar mayor niveles de equidad social, reparto justo de oportunidades y beneficios sin caer en la mistificación y la adoración de la tecnología, ya que paradójicamente, solo serviría para devaluar el esfuerzo del individuo.
Confiemos en que los agentes sociales sitúen en el epicentro de la “industria inteligente” al individuo, para de esta forma garantizar una transición justa y responsable hacia el nuevo modelo de las organizaciones en el siglo XXI.-