¿Qué nos está pasando en nuestra sociedad con la pandemia? ¿podemos hacer algo?

La primera respuesta directa es fácil, ya que viene marcada por la pandemia que estamos sufriendo, que ha supuesto la aparición de una crisis sanitaria y económica de magnitud mundial, agravada por la polarización política. Bajo mi punto de vista se ciernen sobre nosotros importantes amenazas que suponen la constatación de estar en un punto sin retorno de transformación de nuestras sociedades.

La realidad se configura como un desplome brutal de la prosperidad mundial, un deterioro generalizado de los intercambios comerciales, los flujos migratorios o la convivencia cultural, la exacerbación de las tensiones entre las grandes potencias (EEUU, Rusia, China), ni un instante de tranquilidad para las instituciones europeas y sus enormes desafíos, el retroceso de derechos y libertades, etc.

La cuestión es que ahora, más que esperar, desesperamos, y lo que hacemos es ansiar que termine la espera. Entiendo que todo el mundo comparte el anhelo de recuperar cuanto antes la situación de relativa normalidad que la pandemia nos ha arrebatado. De volver, simplemente, a la situación de hace justo un año. Todo ello siendo conscientes que el futuro ha cambiado: el futuro posible que podíamos considerar para nuestra sociedad hace un año, ahora es distinto.

No obstante, las sensaciones de desazón son siempre relativas. Pienso que tendemos a exagerar los males presentes, sin reparar quizá en sus lados esperanzadores. Destacamos sólo los aspectos negativos de la realidad y no apreciamos los avances o el simple transcurrir sin graves sobresaltos. Es un efecto del sesgo al que nos llevan los medios de comunicación bajo la premisa de que las buenas noticias no venden.

Sin duda, recordaremos el COVID19 como un azote que nos arrebató muchas vidas, generó mucho dolor, arruinó negocios, dificultó la sanidad y la educación públicas e impidió a todos disfrutar de muchos abrazos. Indudablemente las consecuencias de esta situación se están manifestando no sólo en el ámbito sanitario o económico sino también en el social, en el político y en el medio ambiental.

La pandemia ha acelerado tendencias, como la digitalización, la desinformación, el proteccionismo, las debilidades de la gobernanza multilateral y la dualización de nuestras sociedades (globalistas contra nacionalistas) generando mayor desigualdad e incluso pobreza absoluta.

A pesar del esfuerzo contra la enfermedad que ha compartido toda la humanidad, no ha avanzado el multilateralismo y ni siquiera la globalización, sino que más bien se han reforzado fronteras. Hemos asistido a la pérdida de importancia de los países en el orden mundial, a favor de una «nueva» estructura del mundo basada en un orden de flujos societarios entre las distintas metrópolis.

Paralelamente la crisis económica está generando un movimiento en contra de la globalización, manifestado en cierres de fronteras en todo el mundo, que está siendo aprovechado para lanzar un “asalto a la democracia” desde ideologías ultraderechistas, negacionistas, o simplemente desde intereses desestabilizadores de nuestras democracias.

En este sentido, siento miedo de que socialmente se imponga el “instinto social” de buscar refugio en la tribu, la nación, la religión, que se rechace al «de fuera» y a los diferentes, para intentar blindarse y aislarse de los riesgos y de las amenazas. Todas las sociedades buscamos refugio ante la incertidumbre a través de las instituciones (Familia y Estado), pero hemos de evitar que estas situaciones nos aboquen a regímenes autoritarios bajo la falsa premisa de que nos protegen mejor que los sistemas democráticos dirigidos por políticos mediocres.

No puedo evitar la preocupación por un panorama tan polarizado y la tormenta perfecta que supone la crisis económica, política y territorial que estamos viviendo. Incluso la calidad de nuestro sistema democrático está en riesgo, dado el desencuentro y desprestigio de la clase política con la ciudadanía.

Tenemos que sobreponernos a esa tentación (tan alimentada por las redes sociales) de explotar el miedo. Debemos buscar la perspectiva para valorar las luces que se están encendiendo en estos momentos.

En este sentido, no debemos olvidar el hecho de que la humanidad entera haya respondido unida, hemos asistido al espectacular desarrollo tecnocientífico de la vacuna en un tiempo récord. Así mismo, debemos reconocer que en la actualidad se dan las condiciones para que las sociedades tomemos conciencia de nuestra fragilidad y se faciliten consensos en la acción climática y otros aspectos de la Agenda 2030.

No conviene pecar de optimistas ni tampoco caer en el pesimismo. No podemos saber si a partir de ahora tendremos más populismos, nacionalismos y mayor conflictividad, o si la gobernanza global en la que primen los valores universales de Libertad e Igualdad saldrá vencedora. No podemos saber si el futuro que nos espera es una involución hacia el pasado o podrá constituirse como un hito del progreso de la humanidad.

Pero aunque todo puede empeorar, no tiene por qué ser así. Es más, depende de nosotros evitarlo.

Solo intentarlo, en estos momentos de desazón, ya hace que valga la pena.

Desde la Masonería es importante recobrar la mirada ponderada de la situación social, enfocando tanto lo que está pasando en el momento presente como generando ideas que posibiliten un futuro de progreso, alejado de tentaciones endogámicas y destructivas.

No debemos olvidar los grandes temas del contexto humanístico actual, con una mirada específicamente masónica, podemos establecer propuestas sobre qué podría hacerse para defender mejor, a corto, pero también a medio y largo plazo, los valores universales que defendemos.

Hemos de abordar de manera prioritaria y transversal los esfuerzos que se deben realizar para aprovechar los recursos e iniciativas impulsados en respuesta a la crisis, y que ofrecen una oportunidad única para acelerar (y reorientar, al menos en algunos ámbitos) la imprescindible modernización económica, social e institucional de nuestra sociedad.

Debemos comprender mejor los grandes cambios en los que estamos inmersos, desde los tecnológicos e industriales, hasta los centrados en la energía y el cambio climático, sin olvidar la dimensión social, las migraciones, la sanidad o la cooperación al desarrollo. Con ello podemos advertir peligros y debilidades que se ciernen sobre nuestras sociedades, pero sobre todo, apuntar avances y fortalezas para su progreso.

Un análisis equilibrado de dónde estamos y una proyección razonada de lo que nos espera a partir de ahora, no sirve para “conjurar los males” de la sociedad, pero permite contribuir a prepararnos para el inmediato futuro, a través de propuestas que permitan mejorar la capacidad de respuesta de las instituciones y de la sociedad en general.

El reto consiste en aportar ideas a la opinión pública que ponga de manifiesto la necesidad de valores para unir. En momentos como estos, es importante hacer un esfuerzo para plantearnos, diseñar y construir el futuro que deseamos desde el paradigma de la unidad entendida desde el respeto a los derechos, libertades y valores de todos los seres humanos, y al reconocimiento de la igualdad de oportunidades para todos ellos.

Se trata de reflexionar con rigor e independencia intelectual sobre los cambios que se están produciendo en el orden internacional, estatal y local. Se requiere un esfuerzo importante en investigación aplicada, con un enfoque riguroso y multidisciplinario que nos permita a nivel de sociedad estar mejor preparados para los nuevos retos. Si son oportunidades, para aprovecharlas, y si son otros infortunios, para superarlos lo antes posible.

La posibilidad de plantear nuestras actividades de modo virtual, permite colaborar con personas y expertos localizados en lugares alejados geográficamente, pero unidos en un objetivo común, trabajando a favor de los valores de Libertad, Igualdad, Fraternidad, Ciencia, Progreso y todos aquellos defendidos desde posturas humanistas. Se trata de contribuir con análisis, valoraciones y recomendaciones a una conversación colectiva y enriquecedora.

Sólo tengo la certeza de que debemos recobrar la mirada, y en la medida de nuestras posibilidades, actuar y aportar nuestra ayuda para construir la sociedad que a todos nosotros nos gustaría tener o que tuvieran nuestros descendientes.

Libertad, Igualdad, Fraternidad

He dicho.

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