Necesidades de la sociedad en tiempos de crisis

Vivimos momentos de desengaño y desesperanza. Alta tasa de desempleo, merma de las arcas públicas, recortes en servicios sociales, escándalos de corrupción innumerables y un largo etcétera son los componentes de la crisis en la que estamos inmersos. Todo esto está produciendo un profundo efecto en el disfrute de los derechos humanos y, dentro de ellos, específicamente, de los derechos socioeconómicos. 
Asistimos a diario a situaciones tristes e inaceptables que hace sólo unos años eran impensables. Nuestros jóvenes, los que deben de constituirse como el motor de la sociedad, se enfrentan a un futuro más que difícil y, por primera vez en nuestra historia reciente, van a tener un nivel de bienestar inferior a la de su generación anterior. Reformas y más reformas, están generando diferencias y dificultades muy relevantes al acceso a las pensiones y prestaciones sociales en general.
Esta situación de crisis generalizada, no sólo es económica, genera desigualdades y hay que tener en cuenta que la igualdad y la no discriminación son elementos vertebradotes de todo el sistema de derechos humanos creado.
Igualmente estamos presenciando un quebranto del estado del bienestar alcanzado, a través de una clara reducción de los derechos sociales. Estos deben garantizar universalmente a todos los ciudadanos, por el mero hecho de serlo, el disponer de los medios necesarios para disfrutar de unas condiciones de vida digna. Además, los derechos sociales se configuran como derechos de igualdad, son los confieren a todos los ciudadanos de unas mínimas condiciones materiales de vida y, por supuesto, hay que entenderlos como un elemento de solidaridad social. Por ello son un importante e imprescindible instrumento de cohesión interna de la sociedad.
Por tanto, sin el disfrute pleno de estos derechos la sociedad se desestructura, se divide, pierde unidad, pierde fuerza y como consecuencia deja de buscar sus objetivos más allá de satisfacer sus necesidades básicas.
Si analizamos minuciosamente la situación actual de crisis, que repito, para que no se olvide, es más que una crisis económica, podemos detectar profundos cambios que no se podrían llevar a cabo sin una sociedad desorientada. Se ha conseguido que la sociedad esté pendiente de satisfacer sus necesidades básicas y no tenga opción de preocuparse por problemas de otra índole. Podemos extrapolar a esta situación la teoría de la jerarquía de las necesidades de Maslow según la cual, aunque todos los seres humanos aspiramos a satisfacer necesidades superiores, éstas sólo se atienden cuando se han satisfecho las necesidades inferiores. Aunque es una teoría enunciada respecto al ser humano individualizado es de perfecta aplicación a la psicología social. En definitiva, la sociedad no es más que un conjunto de individuos que se relacionan entre sí.
Son los poderes públicos los que tienen la obligación de promover las condiciones óptimas para que los ciudadanos puedan disfrutar de estos derechos eliminando cualquier obstáculo que pueda impedirlo. Sin embargo, difícilmente podemos aceptar que se estén haciendo actualmente esfuerzos en ese sentido. Más bien al contrario, bajo el paraguas de defender los derechos sociales, la seguridad, el bienestar y un largo etcétera, se están llevando a cabo cambios que están siendo permitidos por la sociedad y que pasando desapercibidos para ella porque se entienden como el camino para satisfacer esas necesidades pero que en un futuro próximo comprobaremos que únicamente cercenan la libertad. Puede ser significativo mencionar el proyecto de un gobierno global y la fiscalización y control absoluto de cada uno de nosotros; control de nuestros actos, nuestra salud, nuestros bienes, nuestras relaciones; nuestra vida en general.
Todo esto compone un panorama en el que surgen necesidades sociales, aunque no son nuevas sino antiguas necesidades ya olvidadas que, desgraciadamente, resucitan. Sin embargo hay que entenderlas desde una óptica nueva, desde una configuración social distinta a la anterior y por tanto su satisfacción pasa por otros medios, distintos a los empleados en otras épocas.
Para superar una crisis de la envergadura de la que estamos padeciendo, cualquier sociedad necesita ante todo cohesión, colaboración, metas y objetivos y participación.
Mediante una fuerte cohesión social, la sociedad puede hacer frente común a todo aquello que se proponga. Es un solo ente en el camino hacia el triunfo. Los individualismos solo generan división, la debilidad de cualquier grupo.
Debe tener conciencia de que la mejora social es la mejora individual y por ello cualquier logro pasa por la colaboración y la ayuda mutua. El sentido de corresponsabilidad y pertenencia al grupo y la búsqueda compartida del bien común es la mejor vía y la más resistente.
Evidentemente, si no se plantea un objetivo no se consigue. Una persona sin objetivos es una persona desorientada, lenta en actuar, pasiva, rutinaria y apática y por tanto poco sensible a los acontecimientos y estímulos exteriores y en consecuencia fácil de controlar. Le ocurre igual a una sociedad sin metas. El objetivo debe ser lograr el gran reto de hacer realidad todos los derechos humanos, derechos sociales incluidos. Y no pensemos en ello como una utopía; si históricamente se hubiera pensado así, estaríamos todavía bajo el yugo del antiguo régimen. Y no debemos olvidar que cualquier objetivo sólo se consigue con perseverancia, constancia y trabajo; y por supuesto nada es fácil ni gratis.
Pero nada de esto se alcanza sin la participación activa de la sociedad. Debemos exigir nuestros derechos a través de los medios que están a nuestra disposición y que en democracia son muchos. Si los poderes públicos no remueven los obstáculos que nos impiden disfrutar de ellos plenamente debemos ser nosotros los que lo hagamos. La democracia no consiste sólo en votar, también significa participar. Y este tiene que ser el primer paso; profundizar en el acercamiento a la democracia directa y participativa que nos permita participar en la toma de decisiones y en la gestión de nuestros intereses y derechos. Este debe ser el punto de inflexión en la grave situación actual.
No obstante, todo lo anterior pasa por la información, formación y conocimiento. La frase “un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácil de engañar”, atribuida a Che Guevara durante la revolución cubana, puede parecer anacrónica, pero en el contexto de crisis actual es, en mi opinión, una sentencia muy acertada.
La sociedad actual y las formas de poder y control son muy complejas y no nos basta con la información y conocimiento que los Estados y poderes fácticos ponen a nuestro alcance. Hay que profundizar en nuestra formación y promover la generación del conocimiento. Debemos aprender a comunicar y a comunicarnos en base a la consecución de los objetivos marcados. Esta tarea es primordial para no ser una sociedad alienada que se deje manipular. Sin esto, de ninguna manera podremos avanzar, alcanzar nuestras metas ni ser una sociedad participativa pero mucho más importante es que la generación venidera sea consciente de esta necesidad primordial.  Si la información es poder, la formación y el conocimiento son las armas para ejercerlo.

E. C.

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