Impulsemos la reforma de las Administraciones Públicas desde la Ciudadanía

Siento que estamos en un periodo de profunda crisis social. Por tanto, es una oportunidad para fomentar aquellos cambios que puedan reconducir a la sociedad hacia la consecución de los ideales masónicos, o bien para decidir dejarla caer y desaparecer progresivamente, a favor de los intereses especulativos y cortoplacistas que nos dominan.

Por un lado, el consumismo, que promete que todos seremos más felices si compramos y llenamos nuestras casas de cosas innecesarias, sin que importe el uso que les demos. Por otra parte, los medios de comunicación, que han perdido descaradamente su vocación de informar para convertirse en herramientas de manipulación y crispación de la sociedad, favoreciendo los intereses de ciertos poderes, que en algunos casos se podrían calificar incluso como destructivos para nuestras sociedades humanas.

Desgraciadamente, hace unos años pensaba que la educación sería capaz de transformar la sociedad, y que las tendencias que se manifestaban eran buenos exponentes de que el cambio a mejor era posible y lo veía incluso como real…… Hoy, después de haber sido profesor y de tener hijos en edad escolar … ya no pienso igual.

Al mismo tiempo pensaba que las amenazas ambientales que se preveían tanto a nivel global como a nivel local (y que hoy en día ya son una realidad), nos haría cambiar la mentalidad, desplegando una conciencia colectiva de la importancia de la conservación de la naturaleza y de los recursos naturales con el objetivo de garantizar un futuro para nuestros descendientes. Desgraciadamente, también me equivocaba.

Me sorprendo pensando que vivimos en medio de una sociedad de “ilustres ignorantes” en la que la supuesta comodidad en la que vivimos, o la cobardía que nos han inculcado para actuar por las causas justas, nuestro miedo a perder el anonimato o la supuesta comodidad gregaria que ofrecen las masas, o… la dinámica social basada en una politización excesiva de la vida cotidiana, o la oferta de gran cantidad de información de la que difícilmente se puede sacar provecho, y que quizás deba considerarse más como “despiste” que como Información.

La tecnología y la globalización han creado soledad, provocada por un exceso de estímulos, por una saturación de todos los receptores que inducen a una actividad frenética del cerebro que le impiden desarrollar la capacidad reflexión. Es  paradójico, puesto que en apariencia es todo lo contrario. Es la soledad de un cerebro que, solo en una habitación, envía y recibe datos únicamente a través de medios informáticos, pero que a menudo ha perdido el contacto afectivo con los demás. El cerebro excesivamente conectado es un cerebro solo.

Curiosamente cuando entablas conversación, incluso con desconocidos, encuentras que casi nadie tenemos la cabeza “hueca”, sino que por alguna extraña fuerza social permanecemos callados e impasibles ante situaciones que si las viésemos con perspectiva, nos harían reaccionar rápidamente.

Por contrapartida, existen “poderes” que utilizan la “capacidad de movilización y de desmovilización social” en contra de la propia sociedad y en aras de un capitalismo únicamente centrado en fomentar el consumismo desmedido y en los beneficios cortoplacistas de las corporaciones que dominan los mercados.

En algunos momentos la presencia de “Grandes Poderes Ocultos” manifiesta su influencia en el devenir del mundo, inmunizando nuestras consciencias contra cualquier pensamiento alarmante y horrendo para que todos podamos seguir intentando sobrevivir y reproducirnos como seres paradójicos, como marionetas que pueden andar y hablar por sí solas … juguetes humanos que mantenemos la ilusión de ser reales.

Cada vez somos más irascibles, más manipulables, más obedientes, más ignorantes, más individualistas, más “acomodaticios”, menos tolerantes, menos dialogantes, menos exigentes con nuestros responsables, menos preparados como seres humanos…. Todo ello (y muchos otros aspectos que no cabe detallar ahora) están motivando la degradación de las sociedades humanas, como se manifiesta y visibiliza por la aparición de situaciones de violencia, de migraciones mal gestionadas, de separatismos, de graves problemáticas que son poco o mal atendidas… Situaciones que previamente han sido cultivadas sembrando el odio y la intolerancia ante iguales.

Descendiendo a nuestro ámbito de referencia, a nuestra escala de percepción y de acción, cada vez se manifiesta con mayor frecuencia y sin ningún tipo de rubor por parte del estamento del poder (tanto político, administrativo como económico), el desarrollo de gestiones y decisiones públicas contrarias al progreso económico, humano y social, en las que priman intereses personales o de oportunidad basado en su supuesta impunidad… e incluso en algunos momentos, de apatía, desmotivación, inacción e incluso incapacidad para la acción pública.

Al tiempo, en nuestra sociedad, vamos perdiendo las esperanzas de futuro ante el clima de inestabilidad e incertidumbre en el que vivimos, así como la constatación de un medio social y un medio ambiente cada vez más oscuro que anuncia un futuro distópico.

En dicho contexto predomina la discusión política centrada en detalles particulares y en conflictos forzados por intereses mediáticos en los que se olvida intencionadamente el uso de las herramientas de la razón, del acuerdo y del análisis con perspectiva global.

Cada vez percibo un mayor hartazgo por las distintas problemáticas y conflictos que crecen y se reproducen en lugar de solucionarse…..  Estos “poderes” consiguen que veamos como cotidiano lo inadmisible, que desarrollemos un callo ético y moral que nos impide reaccionar en defensa de los principios básicos de la sociedad.

Es manifiesto la existencia de una “sensación” en la ciudadanía de un gestión pública discrecional, injusta y no sometida a ninguna regla en la toma de decisiones salvo los cálculos electorales cortoplacistas necesarios para mantenerse en el poder.

Estos “poderes” han conseguido que se implante un nivel de corrupción tan instalado en el sistema que no puede explicarse sin determinadas acciones y/o omisiones del poder político, que de una forma más o menos intencionada la han favorecido.

De cualquier manera,  centremos nuestra atención en nosotros mismos.

Formamos parte de una sociedad que tiende a minimizar u obstaculizar el talento y el éxito ajenos. El miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría paraliza el Progreso, ya que uno de los grandes temores de los seres humanos es diferenciarse del resto y no ser aceptado por el grupo.

Estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Es cuestionable que los seres humanos seamos libres para decidir nuestro propio camino en la vida. Adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado, e incluso nos boicoteamos a nosotros mismos para no salir del camino por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a la envidia insana.

Nuestra sociedad tiene que aprender a dejar de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y a aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. En vez de luchar contra lo externo, utilicémoslo para construirnos por dentro, para aportar lo mejor de nosotros mismos a la sociedad.

Quiero destacar la importancia de que en la sociedad, en todas sus perspectivas, prevalezca la razón sobre las emociones y el sentido común sobre las opiniones, más y cuando éstas son pasajeras y desatan pasiones irracionales e incontroladas que conducen desde el miedo a la ira, y desde esta a la intolerancia y a la violencia.

Es importante que seamos capaces de erradicar los eslóganes como sistema de comunicación. En casi todo momento se requiere un diálogo constructivo sustentado en la razón y en el sentido común, en el que se pueda aportar valor desde los distintos planteamientos y construir entre todos el camino de progreso.

Las decisiones han de basarse en la ciencia, en el conocimiento y en la capacidad de llevarlas a cabo, y deben de alejarse de las emociones y opiniones e incluso de puntos de vista ventajistas y cortoplacistas.

Desgraciadamente, vivimos en el mundo de las etiquetas, que consiguen calmar el espíritu innovador y de progreso de la sociedad e incluso su libertad. Y al mismo tiempo, se mantienen unas estructuras retrógradas tradicionales que impiden el deseado progreso (que en algunos países se manifiestan bajo la forma de administraciones públicas).

Éstas han conseguido desplegar un modelo de sociedad basado en la irresponsabilidad, en tanto y en cuanto la gestión pública y la administración pública parecen impunes a los riesgos que deberían implicar las decisiones inadecuadas, improcedentes e incluso “nocivas” para la propia sociedad. Esta situación se ha propagado de forma epidémica en los distintos ámbitos y ambientes de nuestra sociedad, poniendo de manifiesto la inexistencia de una Ética de la Integridad y de la Responsabilidad tanto en el ámbito de lo público como de lo privado.

Tras todo lo expuesto, cabe preguntarse qué podemos hacer nosotros

En este sentido, considero que todavía podemos “generar” una resistencia ante el desastre social que podemos prever si no se pone resistencia ante la barbarie y sinrazón en la que nos encontramos inmersos.

Ello supone evolucionar como “vector social”, como personas implicadas  y como ciudadanos activos en busca del Progreso de nuestra sociedad, desde una posición adogmática, apolítica, racional y ejecutiva que defienda los principios básicos de Igualdad, Libertad, Fraternidad, Igualdad, Razón, etc, constituyendo, un motor ideológico necesario para que el proceso de Cambio hacia una sociedad mejor, se contraponga a las amenazas anteriormente citadas, a los populismos y a los radicalismos de la sinrazón.

Todo ello se puede conseguir fomentando y desarrollando las herramientas para que  la ciudadanía pueda ejercer los derechos que ofrecen las sociedades democráticas, con capacidad de controlar y de decidir sobre sus dirigentes y de la gestión que éstos hacen de los bienes y servicios públicos, así como su labor como gobernantes.

Empezando con “pequeños detalles” del día a día, percibo un funcionamiento ineficiente de los servicios públicos y la gestión de los mismos que se realiza desde las Administraciones Públicas y desde los poderes políticos.

Con iniciativas amparadas por la normativa vigente, se puede fomentar un cambio de actitud de nuestros dirigentes y funcionarios. Con pequeños hechos que favorezcan la construcción de una sociedad cada vez más democrática y más justa, en la que se evidencie que los poderes y servicios públicos están al servicio de los ciudadanos.

En el ámbito de las Administraciones Públicas

Resulta “distópico” que el ejercicio de la democracia se limite a preguntar a los ciudadanos cada cuatro años sobre qué partido político va a ostentar el poder y en escasos momentos se considera la opinión pública como referencia para la toma de decisiones.

Destacar que no sólo entiendo preciso luchar contra la corrupción política, sino también contra su podedumbre. Igualmente es preciso luchar contra la corrupción y la podedumbre técnica y administrativa  de los funcionarios en el marco de las Administraciones públicas.

Por aclarar conceptos, la corrupción tiene una orientación a conseguir el beneficio propio de la persona que toma las decisiones.

Por otra parte, la podredumbre implica la desidia en la planificación, en la gestión y en la ejecución de las tareas y proyectos requeridos, lo que conlleva grandes pérdidas de eficacia y de eficiencia, al tiempo que incrementa los costes hasta la inviabilidad de los proyectos. A todo ello se le puede agregar el apoltronamiento, la resistencia al cambio, el “establishment”, la desmotivación, el rechazo a la innovación… todo ello visto desde la irresponsabilidad de los cargos.

También rechazo la podedumbre intelectual de las Administraciones públicas manifestada en la falta de capacidad de aprender de los resultados de las actuaciones realizadas o de las decisiones tomadas.

Para ello considero básico fomentar en las Administraciones Públicas la implantación de políticas de transparencia que redunden tanto en aspectos políticos (ya existentes pero de escasa referencia) como en aspectos técnicos (curiosamente obviados o dificultados con burocracia innecesaria). En este sentido, considero que todas las resoluciones o informes que finalizan la tramitación de expedientes en las administraciones públicas, deberían de ser accesibles y consultarles por cualquier ciudadano, con las prevenciones necesarias para la protección de datos personales o confidenciales en virtud de la normativa vigente.

Por otra parte, se requiere la implantación de políticas encaminadas a establecer Sistemas de Evaluación de la Acción y Decisión de los Poderes Públicos. Todo ello buscando desde la objetividad mejorar el conocimiento y la capacidad de tomar decisiones acertadas desde la Administración Pública, sin traspasar en ningún momento al ámbito político.

En este sentido me resulta curioso el exhaustivo cuidado que se presenta a la hora de garantizar la legalidad de la contratación pública, en contraste con la laxitud de los aspectos técnicos y sobre todo, de los informes de viabilidad, de idoneidad y económicos… (en los que se miente impunemente por intereses políticos o personales).

Así mismo la falta de análisis rigurosos del impacto y efectos que van a suponer las distintas normativas de forma previa a su aprobación ( y que en muchas ocasiones adolecen de un plan estratégico o de un modelo de sociedad hacia el que se pretende tender).

En este ámbito de referencia los ciudadanos también tenemos un importante papel que jugar para mejorar la sociedad. Basta con hacer uso del derecho a la información y poder comparar las previsiones con los resultados. Incluso poder identificar a los responsables técnicos y políticos de los “repetidos errores” e “ineficiencias manifiestas” (aunque también sería interesante reconocer el trabajo bien hecho).

De esta forma se puede promover la reflexión por parte de cada uno de los individuos que conformamos la sociedad sobre si lo que se ha realizado era lo que realmente se precisaba, si han quedado satisfechas las expectativas de la sociedad, si la inversión necesaria se ha ajustado a los requerimientos y si los resultados obtenidos se corresponden con los previstos.

Igualmente entiendo importante que todos nosotros como ciudadanos podamos conocer las razones y los criterios aplicados en la toma de decisiones que nos afectan o que nos pueden afectar, al tiempo que sustituyamos la “acción preventiva de la administración” por una Administración Pública que ayuda a los ciudadanos a desarrollar sus proyectos desde el cumplimiento de la normativa y los criterios de sostenibilidad, conservación y respeto que deben siempre de ser considerados.

Es importante que las administraciones públicas presten una mayor atención a la ciudadanía desde el análisis de problemáticas y elementos de interés que permitan detectar los posibles riesgos con premura, analizarlos técnicamente y plantear las soluciones precisas para evitar molestias o daños, así como costes adicionales no deseados.

Es increible la cantidad de elementos que se han realizado por parte de las distintas administraciones públicas en las que el interés ciudadano no ha sido uno de los referentes, ni siquiera con objeto de cubrir posibles necesidades existentes o mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Así mismo, es llamativo el escaso seguimiento de elementos que afectan de forma importante a la vida de los ciudadanos, por parte de las administraciones.

Parece que las administraciones públicas, excesivamente burocratizadas, se están moviendo más a golpe de quejas y encuestas de opinión que a golpe de razón. Parece que el vector importante que motiva cambios en la actuación de las administraciones es la opinión pública, aunque ésta muchas veces no esté sustentada sobre criterios basados en la razón, sea variable con el tiempo, e incluso esté “dominada” por determinados “corpúsculos” con capacidad de hacer que se les oiga a través de los medios de comunicación, o bien de generar “opinión social” a partir de eslóganes propagandísticos.

En este sentido, me resulta curioso en la tramitación administrativa de los proyectos, la importancia que se da a que el proceso se realice en virtud de la legalidad vigente de una forma muy estricta y controlada. Paradójicamente, no se le da la misma importancia a que los aspectos técnicos del citado proyecto sean adecuados y conforme a las necesidades y expectativas existentes, así como que pueda plantearse una viabilidad económica o social de las inversiones citadas.

A más a más, en los proyectos que se realizan no importa la mentira cuando se tiene que justificar la inversión a realizar, planteando estimaciones muy por encima de la realidad posible, que quedan confirmadas una vez puesta en explotación la obra, y que en algunos casos, suponen la pérdida de viabilidad y de sentido de la inversión realizada.

En el ámbito de la administración electrónica

Desde mi experiencia personal, estoy convencido, dado el desarrollo de la administración electrónica, que estos planteamientos son posibles, realizables y viables,  así como que su impacto en la sociedad será notable, siempre y cuando su desarrollo se centre en desplegar un modelo de administración centrado en el ciudadano más que en alcanzar distintos hitos tecnológicos manteniendo una burocracia innecesaria.

Al mismo tiempo que se deben de reconocer los derechos digitales de los ciudadanos, se debe potenciar en la sociedad su evolución hacia el respeto colectivo y defensa de los valores y derechos de los ciudadanos y los principios básicos de convivencia social en el mundo digital. Para ello es precisa una reeducación en derechos y libertades digitales que pasaría por su puesta en valor a través de potenciar su desarrollo.

Aún a pesar de que en las administraciones estamos personas con ganas de innovar, ello no es posible sin que se presente una cierta tensión social que fomente el apoyo a la innovación administrativa como respuesta a las demandas cada vez mayores de apertura, eficacia y eficiencia por parte de la ciudadanía.

En ocasiones parece que se pone de moda un término, en este caso, “Innovación” o “Electrónica”, y se usa como etiqueta de la que gusta presumir. En muchos casos, se confunde cualquier cambio con la verdadera innovación y, en otros casos, directamente  se pretende vender humo, sin que exista una apuesta real por la innovación.

Los avances tecnológicos en la sociedad de la información han mostrado que la digitalización y la plataformización electrónica es imparable y conveniente, siempre que se haga de forma inclusiva y equiparando el terreno de juego para todos los actores de la Sociedad Global Digital.

La tecnología y las plataformas electrónicas no están libres de valores. En mi caso, me opongo a la ideología que plantea que las herramientas tecnológicas son la solución a todos los problemas y que no hay razón para que nos preocupemos por nuestra privacidad. Y ante eso la única opción es transigir o no usarlas.

En cambio, entiendo que los valores que deberían imperar tienen que ver más con la inclusión, con compartir, con aspectos sociales, con el respeto a entornos más complejos, ya que es difícil ubicar a todo el mundo en el mismo pensamiento único…

De cualquier forma, es manifiesto que el sector público debe cambiar y transformarse para mejorar sus políticas, servicios, procesos y estructuras de cara a generar valor y bienestar en la sociedad a la que sirven.

En el ámbito de la ciudadanía

Desgraciadamente falta el liderazgo intelectual y operativo que mueva a la opinión pública hacia la consecución de una sociedad más justa y racional, en la que prime el interés del Progreso Común por encima de rencillas y luchas de poder canales.

Este escenario que se completa con omisiones, mentiras expresas y excusas, que todos nos hacemos, que utilizamos de coartada para no salir de nuestra zona de confort, para no asumir los riesgos que todo esfuerzo de innovación exige, sí o sí.

Si queremos obtener mejores resultados y conseguir una sociedad mejor, hemos de ser conscientes que además de nuestros ideales, debemos incorporar elevadas dosis de esfuerzo y de riesgo, aunque éstos se realicen con la mesura e inteligencia necesarias para conseguir nuestros objetivos.

Basta ya de noticias negativas, de calamidades y de catástrofes, de noticias políticas y deportivas que llenan los informativos y eclipsan las noticias positivas, de nuevos desarrollos, de nuevos avances sociales, de gente que trabaja y lo hace bien, que consigue resultados dignos de mención. Hemos de involucrar a toda la sociedad en el camino del progreso y en el rechazo de posturas retrógradas siempre amenazantes.

Seamos capaces de dirigir nuestras miradas hacia el futuro e iniciar su construcción a partir del desarrollo de unas administraciones públicas más eficientes y más justas, aprovechando la revolución que supone la implantación de la administración electrónica y el desarrollo de normativa de transparencia, participación ciudadana, responsabilidad social, evaluación, calidad, etc…. Hagamos aplicar estas leyes y que éstas no queden en papel mojado, lleno de buenas intenciones y de ideas no aplicadas, como es el interés de algunos

Conclusiones

Las palabras se pueden adulterar y perder su sentido, pero los conceptos permanecen. Los ideales permanecen. La esperanza en un mundo mejor permanece.

Aquí entre vosotros, mis hermanos, quiero reafirmarme en mi esfuerzo por conseguir un mundo mejor desde mi pequiñez como ser humano,  de demostrar que muchas cosas son posibles aunque algunos griten a los cuatro vientos lo contrario. De que el progreso de la sociedad es imparable aunque algunos se obstinen en detenerlo. De que si algún poder tiene que prevalecer sobre los demás, éste ha de ser el de la razón y el sentido común basado en los principios básicos de libertad, igualdad y fraternidad entre todos los seres humanos.

Tal y como os he querido manifestar en esta plancha, no es preciso adoptar actitudes heroicas, sino únicamente tomar sentido de quiénes somos y dónde estamos.  De nuestro sentido como ciudadanos, de nuestros derechos y obligaciones, en el que tan importante como que una persona haga grandes cosas es que muchas personas hagamos pequeños esfuerzos que posibiliten el necesario movimiento social, técnico y económico hacia el progreso.

Es preciso despojar a nuestras sociedades actuales de su propia estupidez. La estupidez originada por lo codicia, la duda, el conformismo, el legalismo, los sueños, los mitos, y mil y una otras formas descaradas o encubiertas. Es preciso atacar a la necedad, la bobería, la idiotez, la fatuidad, el atolondramiento y la vanidad imperantes en nuestra sociedad.

La crisis actual de la política y de la democracia sólo puede ser solucionada con el desarrollo de una democracia genuina y participativa, capaz de utilizar las nuevas tecnologías de información y comunicación para configurar un espacio común y global que integre las diversas sensibilidades críticas de la política, de la economía, del arte y de la tecnología, con objeto de establecer las tácticas más adecuadas para conseguir un mundo mejor, donde todos podemos participar de manera pacífica con las armas de la razón, de la fantasía, de la palabra y de los hechos.

En este sentido, propongo incentivar y racionalizar la participación ciudadana, la transparencia en la gestión pública y la obligación de dar cuenta de las decisiones a la ciudadanía, como herramienta que no sólo ha de servir para conocer la opinión de la sociedad por parte de sus gobernantes, sino que debe de constituirse como una de las herramientas de control hacia los dirigentes por parte de los ciudadanos y del propio sistema.

En definitiva, se precisa avanzar en el análisis y estudio de los nuevos paradigmas en que se mueve una administración hasta ahora, fuertemente burocratizada y lastrada por posiciones tradicionalistas de superioridad frente a una sociedad que demanda una mayor participación, la apertura de los procesos de decisión y una gestión transparente orientada hacia el buen gobierno, hacia una buena administración, y que debe encaminarse hacia las políticas de gobierno abierto, como exige una sociedad democrática avanzada.

 Así mismo pienso que es importante  seguir y apoyar a personas relevantes, con espíritu innovador, cuyo trabajo y realizaciones sean consecuentes con las ideas masónicas de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

He dicho.

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