Es un hecho innegable que vivimos sumergidos en una profunda época de crisis.
Las crisis se manifiestan cuando están apareciendo nuevos conceptos en el contexto de una sociedad determinada. Cambios en las costumbres y formas de vida diferentes a los que hemos estado vinculados histórica y culturalmente y que, en un determinado momento parecen superados por nuevos puntos de vista que, en principio, se creen mejores o más adecuados que los anteriores.
Hemos de tener en cuenta que, el ser humano es por su propia naturaleza transformador, dinámico. Existencialmente, está obligado a actuar y modificar, en la medida en que le sea posible, su percepción del mundo. Esto lo logrará aceptando conscientemente todos los retos que le plantee la existencia. Esta modificación deberá realizarla mental y materialmente con voluntad, esfuerzo y trabajo.
Como ser gregario y consciente, el humano debería aportar a su comunidad los valores desarrollados a lo largo de la historia y conseguidos a costa del mucho sufrimiento y mucha sangre derramada. Dichos valores tendrían que ser la guía de las voluntades de unos responsables institucionales que no siempre están dispuestos a luchar por un mundo mejor y más justo.
El programa educativo es la clave de lo que una sociedad determinada quiera ser. Históricamente, han triunfado las teorías individualistas y liberales, ejercitadas con una pedagogía basada en una autoridad pontifical y una constante repetición de patrones.
Es imprescindible educar para una vida basada en valores relacionados con lo más intrínseco del ser humano, la reflexión, el dialogo y la consciencia.
Nuestra escuela de socialización es el entorno natural y cultural en el que desarrollamos nuestras vidas. Así nos situamos los humanos en nuestro tiempo y en nuestro espacio concreto, y es en ese entorno, donde nos integraremos mejor, en la medida en que conozcamos, reflexionemos y actuemos sobre la realidad, aceptando, conscientemente los retos de la existencia.
Cada persona toma contacto con la realidad de forma subjetiva, hemos de reconocer que el individuo puede no tener consciencia de la realidad, ya sea porque no ha desarrollado su curiosidad o capacidad de observación, ya sea por confiar en la educación o formación recibida sin sentido crítico.
Si esto ocurre, si no se desarrolla el sentido crítico, el ser se degrada, pierde su libertad, se alinea y solo el que busca la verdad estará preparado para el diálogo.
Resulta muy difícil salir de un estado al que podríamos denominar de “enajenación”, en su acepción de “embelesado, persona a la que se le ha entorpecido el uso de la razón o de sus sentidos”.
En mi opinión, una gran parte de la sociedad se encuentra en este estado.
Otro grupo humano, como mínimo incómodo para una sociedad avanzada, sería el “sectario” o “reaccionario”. Éste jamás permitirá que “los enajenados” puedan llegar a ser conscientes de su realidad, puesto que perderían ciertos privilegios.
Necesitan imponer sus ideas y manejar la información a su antojo. Tienen por ello gran capacidad para arrastrar a su campo, fácilmente, sin grandes argumentos a gran parte de la población.
Ambos arquetipos no están preparados para tomar decisiones en los problemas que les puedan afectar y lo que es peor, quedan imposibilitados para el dialogo.
Como contraposición a los modelos mayoritariamente dominantes, podríamos definir a la persona con conciencia crítica. Ésta se caracterizaría por la interpretación profunda de las cuestiones y la búsqueda de los principios causales. Estaría, por naturaleza, dispuesta a comprobar, verificar o revisar, en la medida que le sea posible, sus tesis.
Apoyados ya en una argumentación firme quedaría dispuesta al dialogo con una actitud receptiva hacia otros puntos de vista.
Solo con el dialogo se puede llegar a entender aquello que no se comprende, aunque para ello resulte indispensable la voluntad de entenderse.
El silencio, el aislamiento de las personas, no aporta nada positivo a la convivencia, mucho menos en tiempos críticos como los actuales.
El dialogo es el pilar básico e imprescindible para un ser sensible que quiera desarrollar su consciencia y encontrar soluciones a los problemas que la vida y la sociedad nos plantean. Es vital en todos los ámbitos de la existencia.
Reflexionar, dialogar, son las únicas herramientas para afrontar crisis como la actual. Son tan necesarias que merece la pena incluso equivocarse.
He dicho.