IT’S TIME TO MAKE MONEY! AMOR POR EL VIL METAL
El dinero. Ese bien preciado que todos ansiamos, que mueve nuestras vidas, que nos sitúa en el mundo, que nos clasifica, que nos hace competir, que nos hace enloquecer, y cuanto más lo odiamos más lo deseamos. El Vil Metal.
Casi tan antiguo como la propia humanidad, el dinero ha jugado un papel fundamental en todos los momentos clave de nuestra Historia, desde las guerras Napoleónicas, hasta las misiones Apolo, el auge del nacionalismo en España, Gran Escala, el bloqueo a Cuba, la ocupación de Crimea, el transvase del Ebro, el proyecto Castor, las elecciones de Grecia, las Olimpiadas. Siempre hay un factor común, el dinero. Unos ganan, otros pierden. Siempre es la misma historia.
No quisiera demonizar el dinero, sino todo lo contrario. El dinero es nuestra gasolina, nuestras ganas de superación, lo que ansiamos en el fondo de nuestro ser. Quisiera profundizar en el curioso caso de España. ¿Quizás sea por su fuerte y arraigada cultura católica y la reiterada repulsa a la avaricia en los textos sagrados y doctrina eclesiástica?
«El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad». Eclesiastés 5:10. Es un caso de cientos.
Veo que en España existe una cierta vergüenza a hablar de dinero, o de la forma de querer hacer dinero, negocios, o generar riqueza. En comparación con otros países se pueden encontrar unas diferencias notables entre la forma de abordar el dinero de unos casos u otros.
Un ejemplo que siempre me ha llamado la atención, el momento de dar precio en una posible transacción. En Estados Unidos a la hora de presentar un producto a un cliente, véase un distribuidor o un supermercado, se suele mostrar a la vez un resumen del producto y los precios de venta. En el mismo momento. En el país donde más se dice “muchas gracias por su tiempo”, ¿por qué vas a perderlo explicando al potencial cliente las ventajas de tu producto, lo bueno que es o lo bueno que sabe, si desde un principio se descartaría por su precio?. Descartar por lo bajo o por lo alto, nunca se sabe.
En España ocurre todo lo contrario. Nos aguantamos a enviar los precios hasta que al final, casi con vergüenza, le comentas al cliente, como si no viniera al caso, que tu producto tiene un precio que hay que pagar, que la transferencia que va a hacer lleva una comisión (cosas del banco, que vienen de arriba), o que las horas de asesoramiento legal tienen un precio, que además no lo fijas tú sino que el Colegio de Abogados te dice que es el mínimo a cobrar, sintiéndolo mucho. Nos sale de lo más profundo del alma. Incluso hay casos muy llamativos, y vuelvo al mundo de la abogacía, en los que el cliente contrata unos servicios por una defensa legal, y pueden pasar años sin saber qué le va a costar el proceso, el abogado, el perito y el procurador. Vergüenza la que pasaría si se lo preguntarse el cliente al abogado, y vergüenza del Letrado frente al cliente para adelantarle una estimación de sus honorarios. Por no hablar del momento de entregarle la factura en persona. ¡Menos mal que ahora se pueden enviar en pdf por email!
He tenido la suerte o la desgracia de contratar servicios profesionales diversos en Rusia, Ucrania, Alemania, República Checa, Estados Unidos… y cada día estoy más convencido de que en España tenemos un problema con este asunto. En Nueva York, ciudad en la que residí una buena temporada, me sorprendió la facilidad para dar un presupuesto en relación a un proceso judicial: “10.000 por adelantado, otros 10.000 antes del Juicio, y un 30% de comisión de lo que recuperemos”. A los cinco minutos de reunión. Así, de golpe, sin anestesia.
En países árabes como Marruecos, Qatar, Emiratos Árabes, entienden el dinero como una forma de jugar con la calculadora, una manera de aproximarse, de conversar, de buscar un punto de encuentro, estrechar la mano y comenzar una relación de confianza mutua. A cambio de dinero, por supuesto.
La manera de entender los negocios es muy distinta dependiendo del lugar donde nos encontremos. Sorprendería en España que un distribuidor te dijera con entusiasmo “es hora de hacer dinero”, como me sorprendió la primera vez que lo escuché a un cliente en Praga, República Checa, o la forma en la que me engatusó mi socio americano para abrir una filial en Estados Unidos, cuando me dijo “todo lo que toco lo convierto en oro, vamos a ganar mucho dinero juntos”. Contrasta con lo que me dijo mi socio español cuando me convencía para crear una empresa comercializadora con él. En este caso me hablaba de sinergias, de puntos débiles y puntos fuertes, de complementación… pero ni una palabra sobre el dinero, de tocar cosas y convertirlas en oro, de hacernos ricos.
En Boston, Nueva Inglaterra, los domingos por la mañana hay mercadillos caseros donde la gente vende en la puerta de su casa cosas que no necesita, como viejos CDs, muebles, incluso vestidos de novia. A cambio de dinero. En Nairobi, Kenia, no es descabellado decirle a tu amigo “me gusta tu Toyota”, y en ese momento empezar con una negociación que tras una hora de tiras y aflojas termina en un cajero automático y volviendo a casa en tu nuevo Toyota de segunda mano. O tercera o cuarta. En Berlín vive un amigo que se gana la vida restaurando muebles rotos que encuentra tirados en la calle y vendiéndolos en una galería de arte. En Teruel, a una conocida la han rebautizado como “la avara” y ya muchos no quieren tratar con ella. Todo porque se dedica a comprar recordatorios de funerales, con su oración a la Virgen María y la foto del difunto, unidad por 1 Euro, y los revende por 100 a acaudalados asiáticos, incluyendo su cajita de terciopelo rojo, su hoja de autenticidad y sus portes por avión a China. ¿Por qué la llaman “la avara”? ¿Qué nos pasa en España? ¡Si esos recordatorios están cogiendo polvo en algún cajón!
El dinero no lo es todo en la vida, pero sí un pilar muy importante. Deberíamos aprender a hablar de él sin miedo y sin vergüenza. Si queremos salir de la crisis en España tenemos que ser más transparentes. El dinero no se ha creado para ser guardado en cajas de puros o bolsas de basura. Está para moverlo, para desearlo, para ganarlo. Son las reglas de juego que tenemos ahora. En un futuro, ya se verá, pero hoy por hoy no tengamos miedo a decir, “It’s time to make Money”!
F. Latasa.