«La juventud de hoy ama el lujo.
Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores,
y chismea mientras debería trabajar”.
Sócrates
Crisis de valores en las sociedades modernas
Los valores tradicionales, vinculados en el caso de las sociedades europeas en gran medida al humanismo cristiano, tienen la función de dar sentido a nuestra concepción del mundo y nos permiten disponer de un anclaje, una referencia moral, en nuestro tránsito por la vida. Pareciera que estos valores se encuentran permanentemente en crisis.
Nuestros jóvenes y el relativismo moral, nuestros gobernantes y su tendencia a corromperse, nuestros nuevos vecinos venidos de lejos y sus costumbres… El mundo está en una permanente encrucijada en la que asistimos a lo que parece el colapso de la convivencia en nuestras sociedades.
Sin embargo, la realidad es que siempre ha habido jóvenes, gobernantes amigos de lo ajeno, y movimientos de población a gran escala. La crisis de valores pareciera por tanto algo inherente al devenir de nuestras sociedades, más que algo coyuntural.
Pesimismo y progreso
Tendemos a pensar que el mundo está peor de lo que en realidad está y que va irremediablemente a peor. Sin embargo multitud de datos objetivos contradicen esta tesis. Los ratios de alfabetización, reducción de las enfermedades, esperanza de vida, etc. en los países en vías de desarrollo están mejor que nunca. ¿Por qué nuestra visión sobre el progreso siempre es pesimista aunque los grandes indicadores de desarrollo de la humanidad lo contradigan?
Los trabajos de Rosling (Factfulness, 2018) tratan de explicar el porqué de esta paradoja. La tendencia del ser humano a agrupar en torno a categorías de nosotros vs. los otros, la forma de consumir los medios de comunicación o nuestra propia percepción del progreso parecen estar en el origen de esta confusión.
Me permito añadir la crisis de Europa y su papel cada vez más secundario en la geopolítica, y el progresivo desmantelamiento de los estados del bienestar, como casos que pueden estar contribuyendo a esta percepción.
Una revolución de los valores
Desde la academia se ha tratado de comprender y objetivar en los últimos 50 años el porqué del cambio en los sistemas de valores de las sociedades modernas. Ampliamente reconocido es el trabajo de Inglehart, que en 1971 postuló que el cambio en los sistemas de valores en las sociedades posindustriales habría virado desde los llamados valores materialistas (relacionados con la supervivencia y la seguridad física y económica) a valores postmaterialistas (relacionados con la autoexpresión, con la emancipación). Se trataba así de explicar el porqué del auge del feminismo, el ecologismo, el pacifismo y otras expresiones ideológicas no relacionadas con la seguridad económica individual sino con una perspectiva desinteresada de contribución a hacer del mundo un lugar mejor.
A pesar de que estas teorías sirvieron para explicar en su día el mayo francés y otros movimientos contraculturales, hoy en día se ha vuelto a poner de relumbrón al albur del 15-M, en el caso de España, las primaveras árabes, el movimiento #metoo y otros.
Nuevos valores en la sociedad del consumo
La sociedad demanda cada vez más un comportamiento ejemplar de las empresas, tanto en sus procesos de fabricación y distribución como en la generación de externalidades (sociales, medioambientales, legales, etc.)
Poco a poco, las empresas han ido entrando en este juego y hoy temas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los procesos de fabricación respetuosos con el entorno social y medioambiental, ente otros aspectos, forman parte de la estrategia empresarial.
Además, en el marco del postmaterialismo, dos luchas han tomado el protagonismo sobre todo entre los jóvenes, y han ido calando en todas las capas de población y en el ámbito institucional: el feminismo y el ecologismo.
Estas reivindicaciones, alejadas de las viejas formas de lucha han trascendido el tradicional concepto de clase. Hoy, las reivindicaciones tienen que ver más con dejar un mundo mejor y más igualitario, más que con la mejora objetiva de las condiciones materiales de los individuos.
Resumen
1. La crisis de valores como percepción subjetiva de los individuos. Esta percepción ha existido siempre y es inherente al avance y el progreso de las sociedades.
2. La tendencia a pensar que el mundo va a peor está más relacionada con prejuicios y comportamientos que con datos objetivos.
3. El cambio en los valores de las sociedades modernas: de una perspectiva individual (seguridad económica, seguridad física) a una colectiva (mejorar el mundo).
4. Un mayor compromiso de las generaciones jóvenes con el auge de nuevos movimientos sociales (feminismo y ecologismo) y con el cambio en los consumidores, que exigen empresas cada vez más responsables.