Mi visión sobre los valores actuales de la sociedad española en 2018. ¿Sufrimos una pérdida o una transformación?
Hay una pregunta que se repite constantemente alrededor del debate existente sobre los valores de nuestra sociedad actual. Quiero matizar que voy a hablar de nuestra sociedad de valores occidentales, centrándome fundamentalmente en España. Todo el mundo se pregunta ¿hemos perdido los valores en nuestra sociedad actual occidental?
Considero que la respuesta no es un no rotundo, si no que la respuesta es que los valores se han ido matizando y han ido transformándose con la sociedad. No creo que exista una pérdida de valores en la humanidad, si no que la transformación social y el desarrollo económico y las diversas crisis económicas que hemos sufrido han ido acompañadas de su correspondiente “revolución en los valores”.
Lógicamente en España somos una sociedad en constante transformación, a raíz de todos los cambios históricos sufridos a lo largo del siglo XX, con sus periodos de dictadura, la guerra civil, y la transformación cultural y social derivadas del postfranquismo. Y ahora en pleno siglo XXI, vivimos además la transformación digital que se ha mezclado con la recesión y la crisis económica que ha golpeado duramente las expectativas sociales.
Prefiero ser positiva, porque creo que la sociedad actual tiene unos valores “nuevos” que se han desarrollado alrededor de la tolerancia en la diversidad sexual y afectiva (y en eso creo que España es de los países más tolerantes que existen en Europa en general) y también la tolerancia que existe con la inmigración y la diversidad cultural, que creo que esta tolerancia sí que ha estado siempre arraigada en la sociedad gracias a la vacuna que supone el recuerdo de la dictadura franquista, y gracias a nuestra localización geográfica que supone ser un país de recogida natural de personas inmigrantes, y “zona de paso”. También somos un país con una diversidad regional inmensa, que nos ayuda a tener esa perspectiva de respeto a lo distinto y el objetivo de la integración social.
En España entonces, creo que la tolerancia en la diversidad afectiva, sexual y racial es un gran punto positivo que pervive y se ha ido desarrollando en nuestro país, siendo además referentes en legislación en aspectos importantes como los derechos LGTBIQ, siendo nuestras leyes referentes para la legislación de otros países europeos.
También vamos desarrollando un rechazo claro hacia la violencia estructural y machista que sufrimos las mujeres desde tiempos inmemoriales. Nuestra sociedad en este aspecto ha dado un claro salto entre el siglo XX y el siglo XXI, con un rechazo cada vez mayor desde todos los espectros ideológicos hacia la idea de discriminación y dominación hacia las mujeres, simplemente por el hecho de nacer mujeres. Queda muchísimo por hacer en este terreno, pero considero que el valor de la igualdad de género va integrándose en las familias, en las empresas y en las instituciones como un referente a defender y proteger frente a aquellos que ejercen esa violencia.
La familia es también un valor fundamental en esta sociedad actual, pero quiero dejar claro que el valor de la familia, como he comentado al principio de este texto, es un valor que se ha transformado y se ha moldeado a los tiempos actuales. Una familia adopta formas diversas hoy en día, padres y madres e hijos, familias monoparentales, familias heterosexuales y homosexuales. Y un largo sinfín de familias diversas que conviven entre nosotros. Las familias han aguantado el embate de la crisis, a costa a veces de sobrevivir precariamente con el salario de una persona pensionista o un único trabajador precario en la unidad. Han demostrado ser el pilar que mejor ha funcionado tras el pinchazo de la burbuja irreal económica, y que gracias a ellas y a ese vínculo familiar, el país no ha sufrido un estallido social como consecuencia del empobrecimiento que se ha sufrido de forma generalizada.
Hay otros valores que sí han sufrido una clara depreciación en la actualidad, como es el respeto a la autoridad en general (educativa, hacia los mayores, etcétera), la pérdida de la estabilidad en el trabajo generalizada que se ha transformado en la incertidumbre económica y en el “carpe diem” laboral, y la pérdida cada vez más patente del pensamiento colectivista a favor del individualismo acompañada de la globalización económica y social. Es curioso constatar que el concepto de familia y amistad como pilares fundamentales sobrevive pese al individualismo que se va inoculando en la sociedad.
Para finalizar, España es una sociedad de altos contrastes, una sociedad que vive un progresivo acercamiento a los países vecinos europeos, una sociedad que incluso demuestra una mayor diversidad y solidaridad y tolerancia en aspectos como la diversidad sexual o la diversidad cultural que sus homólogos occidentales, pero siendo también una sociedad que todavía tiene un arraigo religioso en la cultura que se resiste a dejar paso al laicismo institucional.
Pienso que sus valores no han sido eliminados, si no que, con el lógico avance social e histórico que vivimos, lo normal es constatar que sus valores han ido transformándose, y muchos se han transformado o se han desarrollado como nuevos de forma positiva, pese a que algunas cuestiones como la pérdida de la estabilidad laboral se han convertido en una de los problemas principales que no sabemos afrontar.