No se puede escribir sobre la sombra que marca los años y que no tiene más espacio que la compañía que nos hace siguiéndonos paso a paso de un lugar a otro. Ni nos escucha, ni se marca en el suelo, sólo es un espejismo de lo que somos.
El pensador y el devorador de libros
Sentados uno frente a otro, en una mesa,
con un café que no terminaríamos de tomarnos.
Ambos teníamos un gran deseo de saber cómo pensaba cada uno.
La edad madura de ambos nos había nutrido de experiencias muy diversas.
El uno era intuitivo, perseverante y trabajador incansable,
mirando siempre hacia adelante para no desviarse de todo lo que sería su vida.
Familia, educación, formación, trabajo y esfuerzo para subir de abajo hacia arriba,
sabedor de que la vida es una construcción personal que no termina nunca,
consciente de que ésta es una forma más, entre otras, de conquistar la gran utopía de la felicidad.
El otro hablaba de la cantidad de libros que había leído durante su vida;
cuatro o más horas diarias compaginadas con su trabajo.
Comentaba que tenía el deseo de compartir con otros todo lo aprendido en los libros
Y, con sus setenta años cumplidos, ésta era la razón principal de nuestro encuentro.
Empezó a dar detalles de las más diversas materias de lo que había leído.
Eran tan diversas que tuve la sensación de situarme en un laberinto sin puerta de salida.
Sin embargo, lo más importante que reflejaba su semblante era su calidad humana.
Además, llevaba un tiempo reflexionando sobre la utilidad de todo lo leído durante tantos años
y le dije que nunca era tarde para compartir conocimientos e inquietudes y sentirse útil.
También sería muy interesante sentarnos con gentes de distintas edades.
Tú y yo sabemos que los jóvenes son el futuro, sentémonos con ellos y construyamos.
Por fin la edad quedaba eliminada, encontrando el hueco donde grabar las experiencias de la vida.
Nos despedimos con un apretón de manos, en él había una contraseña: seguir trabajando.
Dos personalidades muy diferentes que ese día definirían un antes y un después para siempre. Preservar la humildad, descargarse del exceso para llenar lo que les falta a otros y, sobre todo, no pasar de puntillas por la vida.
Jesús Aznar (15-9-2018)