18/04/2018 – Tan cerca y tan lejos

TAN CERCA Y TAN LEJOS

El pasado mes de diciembre, realicé una visita a un centro de formación profesional  agraria en el sur de Francia enmarcado dentro del  programa Erasmus de movilidad del profesorado, en concreto a un Lycée professionnel agricole, perteneciente al sistema público de educación francés.

A la entrada del mismo me esperaba el profesor  de español del centro, Marcel (nombre ficticio).  La cordialidad y la amabilidad fueron a lo largo de los dos días que duró mi visita de inmersión en las aulas francesas  la atmósfera reinante.

Marcel, que en todo momento  estuvo resuelto a ayudarme  en cuanto me “atascaba” con el francés, me presentó en primer lugar a la directora del centro. Me llamó mucho la atención el respeto y la distancia con que se trataba a la directora por parte de los profesores, en todo momento de usted y de señora (madame).

La directora del centro, amable pero distante,  me acompañó a  la primer aula en donde yo debía de acudir como oyente y cuál fue mi sorpresa que después de llamar a la puerta y esperar que la profesora abriese, y presentarme la directora ante la profesora, esta indicase a sus alumnos ponerse de pie y así permanecieron hasta que se marchó la directora y la profesora me explicó los contenidos de la clase que estaba impartiendo y  fue entonces cuando les volvió a decir que se sentasen.

A lo largo de la clase, los alumnos levantaban la mano y esperaban que la profesora les atendiese, en algunos casos permanecían un tiempo apreciable con la mano levantada y en silencio, hasta que la profesora terminaba la explicación y les atendía. También se dirigían hacia ella con el tratamiento de usted y señora.

Posteriormente Marcel me invitó a sus clases de español y percibí la misma tónica en el alumnado. Me sorprendió que en el aula de español casi toda una pared estaba ocupada por una bandera constitucional española (entiendo que no debería de llamarme la atención, pero esto no lo he visto nunca en España en mi dilatada carrera como docente), por otra parte al ser unas fechas próximas a la Navidad, el profesor preguntó a los alumnos si conocían las costumbres españolas de Navidad y si sabían el origen de la misma, cuál fue mi sorpresa que ante esta pregunta, a excepción de un alumno de reciente incorporación al sistema francés de educación, que provenía de Colombia, el resto no tenían claro que era una fiesta de origen cristiano. Fue entonces cuando Marcel me explicó que en la República Francesa no hay asignatura de religión en las aulas y que es una escuela totalmente laica, y por ello gran parte de los alumnos desconocen muchos temas de origen religioso.

Otra cuestión que reclamó mi atención fue la limpieza de las aulas, pasillos y zonas comunes, ante mi extrañeza de papeles, restos de comida en el suelo etc. pregunté que cómo era posible semejante pulcritud y fue entonces cuando me explicaron  que existía la figura de los “vigilantes”, que se encargaban de vigilar pasillos y zonas comunes, así como al alumnado en los recreos, avisar a los padres si el alumno ha faltado a alguna clase y realizar las guardias de los profesores ausentes, (me recordó al entrañable personaje de Clément Mathieu en la película “Los chicos del coro”) en definitiva, se regían por el principio de “primero vigilar y luego educar”, (por otra parte este aserto me pareció un concepto muy ligado a Foucault, con sus virtudes y sus defectos.)

A la hora de la comida (de 12:30 a 13:30) fue la directora la que me invitó a comer junto con los profesores que había estado de oyente en sus clases. Un menú único para todos y eso sí, el que traía comida de su casa podía hacerlo también en el comedor. Comida frugal pero suficiente, sin adaptación de menús para nadie, por cuestiones de índole religiosa, pero con la precaución (en este caso eran spaguettis con bacon y salsa) de que cada uno se añadía el ingrediente que quería, es decir podían ser solos, con salsa, sin salsa, con bacon, sin bacon etc.

Me llamo mucho la atención este punto, pues en España hay centros con menús especiales para musulmanes y fue entonces cuando pregunté por la tolerancia de símbolos de carácter religioso. La respuesta fue tajante; la “Escuela Republicana es totalmente laica”, y en el momento que un alumno accede al recinto del centro no debe portar símbolos religiosos «ostensibles» (es decir, visibles y llevados con la intención de que sean vistos) de pertenencia a una religión.  Legislado a través de  la “Ley n.º 2004-228 de 15 de marzo de 2004, en aplicación del principio de laicidad, sobre el uso de signos o atuendos que manifiesten una pertenencia religiosa en las escuelas, colegios y liceos públicos”.

Por la tarde (en los liceos franceses hay clase mañana y tarde) visité junto con las dos compañeras de trabajo, el centro donde ellas estaban realizando su corta estancia de Erasmus, pues eran de una especialidad distinta a la mía,  y la misma tónica, limpieza, respeto al profesorado, etc.

Al día siguiente, de nuevo a asistir a las clases del centro como oyente, con distintos grupos y profesores y las mismas sensaciones de  respeto, limpieza etc.

Al finalizar el segundo día de  la visita, nos despedimos de nuestros anfitriones, no sin antes haber acordado intercambios de grupos de alumnos y profesores.

En el camino de vuelta conversando con las compañeras, apreciábamos las mismas sensaciones que ya he reiterado con anterioridad; el respeto al profesorado, el cuidado de las instalaciones y material etc.

Ya en España las preguntas surgen una vez digerido lo vivido:

 ¿Es posible lo mismo en nuestro país?

¿Es posible que la figura del profesor (no un profesor en concreto, que todos asumimos que como en cualquier otro gremio estamos de todo), pueda adquirir ese respeto mínimo que le permita dar la clase con dignidad, no sólo en el ámbito educativo, sino además no ser ninguneado por la propia administración, familias, determinados políticos y la sociedad en general? Los maestros y profesores en Francia tienen casi un mes más de vacaciones que en España, cobran más al final de su trayectoria profesional, tienen menor carga horaria lectiva semanal y raro es el profesor que da clases cinco días a la semana (lo normal es cuatro) y nadie cuestiona su  profesión, o por lo menos no de la forma tan cicatera cono se hace aquí.

 Por otra parte los contenidos que imparten son prácticamente los mismos que aquí, es decir no salen mejor formados, (profesionalmente hablando) los alumnos franceses que los españoles, a la vista está la demanda de profesionales españoles tanto de formación profesional como universitarios en el resto de Europa.

¿Es posible estas sensaciones de orden y respeto en el sistema educativo en nuestro país, de una forma similar al francés?

¿O parece que  las palabras  como orden y respeto tienen ecos todavía de épocas dictatoriales y no se entienden compatibles con una democracia moderna?

¿Hasta cuándo los símbolos nacionales como bandera, himno etc. son sólo patrimonio de unos y no de todos y por qué esto es así?

¿No nos hemos liberado todavía de determinados estigmas o prejuicios?

¿Por qué  estas siguen siendo cuestiones que todavía no se han abordado con seriedad y serenidad en nuestra sociedad democrática?

¿Acaso no interesa una educación pública de calidad  y por el contrario si prestigiar la privada mediante la comparación con la pública, para hacer negocio con algo tan importante para la formación de un ser humano como es la educación? Todos hemos podido escuchar a determinados políticos tachando literalmente de vagos a los profesores, mientras en sus ámbitos de gobierno hacían de la educación un  negocio con la construcción y posterior adjudicación de la gestión y docencia de los centros educativos a empresas (en muchos casos  implicadas en casos de corrupción) para  que estas obtuviesen un beneficio económico puro y duro a través de algo tan esencial (entendiendo que nunca debería de tratarse como un producto o mercancía económica algo como la educación), con el dinero de todos.

¿Es posible una ley de laicidad en España como la Francesa 2004-228 de 15 de marzo de 2004? Hemos quitado los crucifijos de las aulas, pero nada hacemos para evitar usos de hiyab o similares, algo estamos haciendo mal a mi modo de ver.

¿Dónde está el consenso político para algo tan esencial para el futuro de un país como es una ley de educación para los próximos veinte o más años? Hay que entender que la educación es la herramienta más potente para transformar una sociedad. Y sobre todo ¿alguien tiene en cuenta la laicidad como elemento cohesionador  entre las diferentes religiones y no todo lo contrario? La laicidad en la educación, pero no sólo en esta sino en todos los ámbitos de la vida pública, es un instrumento fundamental para la convivencia, sin la cual las fricciones religiosas están a flor de piel, con consecuencias por todos conocidas (sirva de ejemplo la situación en Oriente Medio) La religión en una sociedad moderna e intercultural y por ende interreligiosa,  debe de pertenecer al ámbito de lo privado y no de lo público. Deben de estar supervisados aquellos que imparten doctrina religiosa por parte de la administración, para que no caigan en fanatismos, pero en ningún caso formar parte de la esfera pública.

¿Son necesarios más medios para una mejor educación? En mi opinión los recortes debidos a la Gran Recesión han dejado a la escuela pública muy debilitada, es necesario más inversión y más personal para atender mejor las demandas de las necesidades específicas del alumnado ( y en concreto del más vulnerable desde el punto de vista social, que mayoritariamente acude a la escuela pública), no sé si además de más profesorado, hace falta también como en la República Francesa otro tipo de figuras de apoyo al sistema similar a los “vigilantes”, pero esta inversión debe también aparte de formar mejores personas, forjarlas en el respeto y defensa de lo público y de la función pública, puesto que de alguna manera lo público forma parte de cada uno de nosotros. En cierta manera lo público es lo que hace que funcione cualquier “contrato social” que se haya dado una sociedad democrática  a sí misma y por tanto, el no respetarlo y no reforzarlo es no respetar y debilitar a esa sociedad y por ende de alguna manera no respetarse a uno mismo, y ser todos individualmente ciudadanos más vulnerables.

He intentado en estas líneas responder a alguna de las preguntas que yo mismo he planteado, seguramente algunas con más acierto que otras, muchas no las se responder y muchas otras ni tan siquiera plasmar con claridad aunque ronden por mi cabeza, pido disculpas, por no saber hacerlo mejor.

Lo que si tengo claro es que somos europeos, estamos junto a un país como la República Francesa y para bien o para mal seguimos estando muy cerca físicamente y muy lejos en muchos otros aspectos.

A.U.

 

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