12/05/2022 – ¿Ciencia, progreso y trabajo?

 

¿CIENCIA, PROGRESO Y TRABAJO?

En abril de 2019 participé en Washington D.C. en un encuentro internacional de abogados de la American Bar Association, un Colegio de Abogados de Estados Unidos de adscripción libre y referente en el mundo como una de las agrupaciones más vanguardistas del sector legal. Una agrupación, por cierto, con un número destacado de masones tanto estadounidenses como latinoamericanos. Como organización es un colectivo bastante progresista, si tenemos en cuenta que estamos hablando del sector legal, con una notable actividad como lobby en diferentes ámbitos públicos y privados de la sociedad norteamericana a través de innumerables comités internos de trabajo.

Dentro de sus actividades habituales, organizan anualmente un encuentro de la Sección Internacional al que acudimos miembros que estamos repartidos por todo el planeta, especialmente con alta presencia de abogados de países latinoamericanos. El Congreso Anual de 2019 pivotó sobre las nuevas tecnologías y avances de la ciencia y sobre cómo la legislación nacional e internacional está recogiendo esas nuevas posibilidades, o no, y la nueva realidad en la que nos estamos adentrando.

Era el año 2019, en un hotel justo enfrente a la Casa Blanca, en Washington D.C. Recuerdo que eran las 10 en punto de la mañana. En aquel momento supe que mi profesión de abogado estaba en vías de extinción tal y como la conocemos hasta ahora, al menos en la rama del Derecho en la que practico la abogacía.

Delante de mi, dos representantes del software legal más avanzando del mundo, explicándonos cómo, con tan solo un portátil con acceso a internet, un software podía leer e interpretar un contrato en inglés de más de 40 páginas, compararlo con las 
políticas y condiciones de nuestro cliente, compararlo con las condiciones de compra de la contraparte, compararlo con los usos y costumbres del sector, confrontarlo con las 
resoluciones judiciales de los últimos 20 años, y darnos un informe legal y una nueva propuesta de contrato en menos de media hora. Un contrato de estas características y complejidad, examinado en un despacho especialista en la materia podría revisarse en un rango de 20 a 25 horas, incluyendo primera lectura del contrato, de las condiciones de ambas partes, en España comprobación de la ley aplicable, si fuera un contrato típico, y redacción del informe.

La tecnología y la inteligencia artificial ya están aquí, y es un situación irreversible. Podemos debatir hoy (septiembre de 2021) de quién será el responsable de este análisis en caso de mala praxis, o de debates deontológicos, pero es cuestión de tiempo que esta tecnología se imponga. Este software tiene un coste de 20.000 USD. Un abogado en nuestra ciudad, coste empresa, puede rondar los 40.000 fijos más variables. El abogado robot, además de la rapidez y precisión, no duerme, no enferma, no tiene vacaciones ni registro de horas, no se cansa, no tiene días malos. Ello tiene una consecuencia incontestable y es que a corto o medio plazo habrá muchos abogados en paro.

Podemos ampliar este escenario a otros sectores, en los que la tecnología ya ha llegado pero son las leyes o la sociedad la que va por detrás de los avances. Hablemos del coche autónomo. Por mi profesión, he tenido la fortuna de estar en algunos foros promovidos por los grandes constructores europeos, Grupo VW, Mercedes-Daimler, BMW, Porche, etc., tanto en Londres en 2018 como en Ingolstad en 2019. El modelo actual va a cambiar radicalmente. Vamos a vivir en un mundo en el cual, a corto plazo, las grandes marcas van a poner a disposición del ciudadano miles de coches que poder alquilar desde sus dispositivos móviles. El sistema de compraventa de coches está llamado a extinguirse, y los grandes concesionarios de coches están reconvirtiéndose a marchas forzadas en puntos de mantenimiento de los coches de alquiler en lugar de ser puntos de distribución de vehículos. Esta realidad está ocurriendo, y ya hay ciudades piloto de esta nueva tecnología como Múnich, en Alemania. La segunda fase está también avanzada, mucho más de lo que se reconoce públicamente, y es conseguir que los coches se conduzcan de manera autónoma. La tecnología está ya ahí, pero el debate se centra en asuntos éticos (¿qué debe decidir el coche cuando pueda elegir en caso de accidente?), regulatorios y de seguridad nacional. Este es un apasionante debate, pero en lo que a esta plancha se refiere, deberíamos preguntarnos ¿qué va a pasar con los miles de taxistas que operan en nuestro país? ¿Conductores de camión, de ambulancia, furgonetas de reparto? ¿Y empresas de señales o semáforos? Está claro que esta tecnología nace para frenar o reducir los accidentes de carretera, pero el impacto en el trabajo va a ser muy importante y lo que es evidente es que no estamos preparados para afrontar estos cambios.

Por último, citar un último ejemplo. El uso de drones no tripulados. Actualmente la regulación de navegación aeronáutica en España está obsoleta. Grupos y comités de AENA están desarrollando la regulación de lo que va a ser la nueva realidad, que ahora no lo es. A fecha de hoy, existen proyectos muy prometedores, como el de FarmaDron, desarrollado por dos empresas aragonesas y que ha recibido multitud de reconocimientos y galardones. Drones que llevan medicamentos desde una base hasta farmacias de pueblos remotos, como los de la provincia de Teruel o en Galicia, territorios en los que se han realizado las pruebas. Con la regulación actual, cada kilómetro de recorrido debe contar con un operador que balice manualmente al dron, y un farmacéutico debe ser quien retire de la estación de llegada de la mercancía, quedando registro de ello. Con la tecnología actual, este tipo de drones podrían operar desde un punto A a un punto B sin necesidad de participación humana. Nuestra legislación tampoco está preparada, pero se están dando pasos para ello. Proyectos también en desarrollo prevén plataformas en cada terraza de los hogares españoles para la entrega de paquetería de último kilómetro o de comida rápida a domicilio. Se están proyectando carreteras aéreas por donde operarán estos drones por las ciudades, que no avanzan hasta que se aseguren asuntos de sabotaje y terrorismo, pero se está cerca de lograr acuerdos en este sentido. En lo que no estamos preparados es para saber qué hacer con los cientos de puestos de trabajo de repartidores o riders que actualmente reparten paquetería, documentos, correspondencia o comida a nuestros hogares.

En tiempos de la Unión Soviética se entendía, y así lo proyectaban los aparatos de propaganda del sistema, que las máquinas tenían una función de liberación del trabajador. Ahora estamos en otro siglo y vivimos en un sistema completamente diferente al mencionado. La tecnología, la ciencia y el progreso han avanzado más que la sociedad y sus leyes. Los gobiernos y la sociedad civil deberán poner encima de la mesa soluciones para absorber los miles de trabajos, muchos de ellos de baja cualificación profesional, que van a desaparecer gracias al progreso. Se está proponiendo en algunos foros paliar esta consecuencia con la creación de una renta básica universal, para personas que no tengan acceso a ningún tipo de trabajo. ¿Qué motivaciones vitales tendrán estas personas? ¿Qué brecha económica existirá entre profesiones altamente cualificadas y personas que, sin poder trabajar de manera indefinida, recibirían una prestación lineal básica por parte del Estado?

La Ciencia y el Progreso son irrenunciables. ¿Podemos renunciar al Trabajo?

 

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