LA GESTIÓN PERSONAL
El principal objetivo de nuestra vida debería consistir en la mejora de la gestión de uno mismo. Siempre se habla de gestión empresarial, gestión política, gestión económica, gestión de recursos humanos, etc., pero pocas veces oímos hablar de gestión personal. Sin embargo, solo optimizando esta última se puede progresar en todas las anteriores.
El perfeccionamiento de la gestión personal requiere potenciar nuestras capacidades, aquellas de que hemos sido dotados en cuanto a ser humanos que somos y que utilizamos para desenvolvernos en la vida. Podemos resumirlas en cuatro.
Nuestros conocimientos.
Es lo que sabemos, la información adquirida por una persona a través de la experiencia o la educación y el aprendizaje.
No hay ninguna duda de que con el paso del tiempo quedan obsoletos. Los cambios en la vida, el progreso, nuevas ideas, evolución de la ciencia, de la sociedad, etc., hacen que pierdan valor y nos quedemos desfasados. Por ello, mantenernos actualizados es fundamental para comprender nuestro entorno y permitirnos desenvolvernos en él con ciertas garantías de éxito.
Nuestras habilidades.
Son los recursos personales de que disponemos para llevar a cabo nuestro cometido; el conjunto de competencias para resolver las cuestiones que la vida nos plantea. Son hábitos de comportamiento que hay que practicar y en las que influye de forma determinante la voluntad. En este sentido nos encontramos con tres enemigos importantes: la autocomplacencia, la falta de disciplina y la falta de enfoque.
Dejarnos vencer por ellos implica una cierta inclinación por el conformismo y la incapacidad de cuestionarse lo logrado, abandonando el propósito de mejora. En definitiva, debemos mantener nuestros objetivos presentes y desechar la apatía y la pasividad.
Nuestras actitudes.
Son predisposiciones de tipo emocional que debemos mantener siempre en términos positivos. De esta forma crearemos un hábito o inclinación favorable permanente en la forma de pensar, en la forma de ver la realidad y en la forma de interpretar lo que sentimos.
Además esto condiciona nuestra autoestima que es el pilar sobre el que se asienta la empatía a través de la cual podemos comprender los sentimientos de los demás.
Las actitudes positivas nos permiten gestionar mucho mejor nuestras relaciones con otras personas y nos hace desarrollar nuestra creatividad.
Nuestro sistema de valores.
Es el conjunto de convicciones a través de las cuales miramos, evaluamos y sentimos nuestro entorno. Son certezas y condicionantes personales que guían nuestro comportamiento y nos posibilita operar en la vida con la garantía de que lo que hacemos está siempre dentro de los parámetros y límites de nuestra conciencia. Con su mejora construimos hábitos que nos permiten elegir las opciones que más satisfacción nos aportan.
El sistema de valores es el que define nuestra personalidad a lo largo de la vida y concreta el tipo de contribuciones que hacemos a nuestro entorno y a la sociedad en general. A la vez hace que generemos algo tan importante como confianza y credibilidad; bienes escasos hoy en día, quizás porque son difíciles de ganar y muy fáciles de perder.
Todas estas capacidades son nuestros bienes inmateriales, son inherentes a la persona y son los activos más valiosos que poseemos y por cuyo reconocimiento obtendremos las mayores satisfacciones. Son las que nos diferencian; las que determinan quien somos.
Sin embargo, todas pierden valor si no se trabaja en ellas. Son activos que se deprecian con el paso del tiempo y que hay que renovar y adaptar a las nuevas circunstancias que se nos van presentando a lo largo de la vida. Desarrollarlas de manera adecuada y constante nos dotará de unos pilares, estructuras y objetivos que permanecerán en el tiempo. Ello implica que no es trabajo de un día sino de toda nuestra existencia.
Y quizás el mayor obstáculo, o escusa, que podemos encontrar para ocuparnos de estas cualidades es el tiempo. La vorágine diaria nos impide dedicar un mínimo de atención a estos aspectos. No obstante, tenemos que ser conscientes de que la mejora de la gestión personal nos hará rentabilizar también el resto de actividades de nuestra vida, de lo contrario sólo conseguiremos entrar en un bucle sin salida.
De cualquier manera debemos tener siempre presente que nuestras convicciones, con perseverancia y trabajo, nos llevarán a la meta.
Sigamos la cita del novelista inglés Charles Reade: “Siembra un pensamiento y cosecharás un acto; siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharas un destino“.
Si somos capaces de encauzar todo esto en nuestro proyecto de vida habremos iniciado el camino para mejorar como persona y como consecuencia el camino para convertirnos en un buen masón.
Eduardo Carmona