05/10/2015 – Lo recuerdo así

Lo recuerdo  así.

Recuerdo esos momentos que para mí fueron y son profundas huellas en la memoria,  recuerdos que poco a poco fueron formando mi carácter y que muchas veces pensé que algunos podían ser malos para mi desarrollo, pero a día de hoy creo totalmente lo contrario, creo que cuando un hombre libre sabe separar y distinguir sus prioridades, no cabe la idea de que se haya visto obligado a actuar, recuerdo el día que aprendí a leer, recuerdo a una mujer en la humilde cocina de mi casa que sonreía al verme  leyendo unas letras en un paño viejo de cocina, y que estaban del revés, esa mujer es mi madre,  recuerdo el día que me pusieron el distintivo de pionero, perteneciente a la OPJM, Organización de Pioneros José Martí, era azul, una pañoleta en el cuello blanco de mi camisa escolar, recuerdo el día que me felicito la profesora Alba, de Literatura en 8º de secundaria, por el magnífico texto que había redactado en el examen, era o es una mujer con un fuerte carácter y un sentido del patriotismo, de la libertad y de la independencia del ser humano muy grande, recuerdo que siempre citaba a Gertrudis Gómez de Avellaneda, llamándola “LA MAGNÁNIMA”. Además,  era cinturón negro de Karate, algo que también potenciaba su fuerte pasión por la defensa de los débiles, pero en los comentarios sobres sus vivencias siempre nos quedábamos con la parte de cómo fue que aprendió artes marciales, ojala hoy aún viva.

 

Recuerdo las veces que me caí en el patio del colegio Conrado Benítez, maestro   alfabetizador que los años 60 subió a los montes  del oriente de cuba a educar  campesinos, el cual da nombre a ese lugar donde aprendí a sumar y bajo los consejos de mi madre, a compartir con mis compañeros, recuerdo llorar y que la maestra me llevase con ella y pasase la mano por donde me había hecho daño. Recuerdo las veces que marché los 1º de mayo,  recuerdo cuando estuve en la velada de Vilma, esposa fallecida de Raúl Castro y heroína de Cuba, recuerdo que mis convicciones eran originales y estaba en estos lugares como en tantos otros con carácter revolucionario cubano, con mucho gusto,  pero fueron experiencias que no me impidieron nunca discernir los actos justos del gobierno, de la mala situación y bajo nivel de vida que lleva el pueblo.  

Recuerdo muchas cosas de un país del cual hoy se especula en todas las esferas y de todas las formas,  por las relaciones que se intentan establecer con uno de sus mayores adversarios, tanto en el terreno militar como político e ideológico en estos momentos. Las personas que no buscan, que no investigan, que no se informan, no se dan cuenta que cuando critican un lugar sin conocer su pueblo, sin estar o haber estado allí, sin haberse metido en la cotidianidad de los ciudadanos, ofenden gravemente los recuerdos, las experiencias, y la forma de vida a las que se han visto obligados a llevar en un sistema en el cual no han elegido vivir, sin ver que bajo un manto azul de esperanzas, que ya tiene 56 años, se ha formado un sociedad que no es perfecta, pero que bajo la sombra de un uniforme verde olivo ha creado valores muy importantes que hoy son lo que la caracterizan. Recuerdo cuando mi hoy anciana abuela me enviaba a casa de un vecino a por hielo, o por sal, o cuando mi madre me enviaba con un vaso de café para su vecina Fermina, recuerdo que mi vecino Rafael una madrugada mientras casi me ahogaba durmiendo,  entre los gritos de mi madre me llevo en el coche de la empresa  para la cual trabajaba, a toda velocidad al hospital.

 

En 56 años la sociedad cubana se atrasó con respecto al mundo moderno y capitalista, pero me asusta que ciertas costumbres se pierdan, me asusta que esas personas del barrio donde corrí descalzo, donde jugué al beisbol, donde compartí y compartieron mis amigos alegrías y tristezas, se vuelva frio emocionalmente, se transforme en un barrio donde los vecinos se crucen en la mañana y no sean capaces de saludarse. 

Estoy de acuerdo y deseo con todo mi corazón, que el bien material llegue a mis compatriotas que están allí, que cada día tienen que salir de su trabajo y esperar una hora en una parada para coger un bus lleno de gente y llegar a sus casas e inventar que cenar, pero quisiera que la esencia solidaria de la gente de a pie, fuese eterna. Que la llegada de McDonald, de Apple o de muchas o tras grandes cadenas, no confundan a la sociedad  más de lo que está, sinceramente en cuba hoy es visible la diferencia de poder adquisitivo, es un país que aparte de muchas carencias de productos y servicios básicos, siempre ha garantizado cosas muy importantes, educación, sanidad, en fin,  cosas que todos conocéis,  ha formado profesionales que luego ha compartido con los mal llamados primer y tercer mundo,  pero como en otros países, el que tiene dinero vive bien, el que no tiene pues mala suerte, por desgracia no existe una clase media.

 

Recuerdo, como mi amigo Rolando me decía que a Cuba le llegaría su momento, pero que sería a la forma de los cubanos, no a la forma de Estados Unidos o de Europa, no comprendía en ocasiones como un chico que vivía en el campo, de padres campesinos y humildes, con muchas faltas de todo tipo y con muchas carencias era capaz de esperar algo así, cuando yo veía que era casi imposible que se pudiese alcanzar una forma de vida diferente a la que habíamos conocido todos los cubanos que nacimos después de 1959. Tengo que decir, que mi amigo Rolando tenía razón, éramos compañeros en la universidad y compartíamos habitación, hoy es un Ingeniero Informático  que trabaja en su pueblo en un pequeño Joven Club de Computación, con un salario equivalente a 15 euros al mes  y que después de terminar su jornada, debe ayudar a su padre a buscar comida para los cerdos, pero él es feliz y así me lo ha expresado. 

 

En ese país donde viví tantas cosas buenas y malas, quiero que llegue el desarrollo, pero quiero que las personas no se olviden de esos que los ayudaron, de esos que le subieron café a sus casas, y de esos que les dieron un buen consejo cuando fue necesario. 

Que no se olviden de esas maestras como la que me enseño Literatura, de las veces que compartieron en 26 de julio, el día de la rebeldía nacional,  un plato de caldosa cubana con sus vecinos, la misma que preparaban juntos pelando patatas, plátanos,  o cortando un trozo de cerdo entre risas, música y niños corriendo de un lado a otro.

Las manos se estrecharan entre Estados Unidos y Cuba y sus respetables pueblos podrán al fin hacer eso que tanto anhelaban, verse sin barreras. Esas personas que en 50 años no han podido volver a pisar la tierra que los vio nacer, podrán hacerlo, por ellos y por los que ya no están, que vivieron y murieron en el exilio. El que espera lo mucho, espera lo poco, y falta menos que antes, pero con suerte espero que pronto esos brazos de hierro, se puedan torcer por el bien de dos pueblos. Que no se convierta cuba en una atracción de feria, pero que pronto la libertad en plenitud, sea conocida por todos los cubanos, por mi abuelita, por mis amigos, por mis vecinos y por todos esos que miran al horizonte el sol de la amistad, la concordia y la solidaridad entre las dos naciones, y que aparte de las cosas buenas que estén por llegar, sean capaces siempre de recordar. 

Y. O.  Delis

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