I
La Masonería es un movimiento del espíritu, dentro del cual tienen cabida todas las tendencias y convicciones favorables al mejoramiento moral y material del género humano.
La Masonería no se hace órgano de ninguna tendencia política o social determinada. Su misión es la de estudiar desinteresadamente todos los problemas que conciernen a la humanidad para hacer su vida más fraternal.
La Masonería declara trabajar a la Gloria de la Humanidad.
La Masonería exige a sus afiliados el mínimo despertar del espíritu producido por la inquietud, eterna en el hombre, de investigar, para procurar comprenderla, esa Causa Suprema, y por ello declara que no pueden pertenecer a la Institución los espíritus adormecidos que no sientan tal inquietud.
La Masonería practica un escrupuloso respeto hacia todas las opiniones y organizaciones religiosas y por ello acepta, gustosamente, entre sus filas a quienes practiquen una religión.
La Masonería, por ello, exige a cuantos la profesan la más completa y verdadera tolerancia. El que no se sienta con la serenidad de ánimo suficiente para poder ser del todo tolerante con todas las creencias y con todas las opiniones, honradamente profesadas, no debe ser masón.
II
La Masonería, que significa un grado de perfección en quien la profesa, quiere que el hombre sea ilustrado, moral y libre.
Ilustrado para que pueda, por sí mismo, distinguir entre la verdad y el error y concurrir determinadamente a la obra del progreso que persigue la Historia, siempre reservada a los hombres más instruidos.
Moral, para que comprendiendo también, por sí mismo, lo que es el mal y lo que es el bien, cumpla, por su propio impulso, el fin de su vida, y poder así lograr la felicidad humana, sólo asequible para quien tiene conciencia de haber cumplido siempre sus deberes.
Libre, porque sin libertad no hay responsabilidad, la condición más hermosa de la vida, ni dignidad personal, ni medio y manera de afirmar íntegramente la personalidad humana.
Esta afirmación declara que la Masonería quiere la libertad, añadiendo que ella no puede existir sin el reconocimiento de los derechos individuales y colectivos.
Los derechos individuales, al convertir al hombre en ciudadano, afirman la igualdad y constituyen la fraternidad, principios ambos, base y fundamento de la Masonería, y parte así constitutiva de sus aspiraciones.
Por consecuencia de estos principios, todos los masones son, entre sí, iguales y hermanos.
Como iguales, no caben entre los masones más diferencias que las consiguientes a la práctica de la virtud y a los servicios a la Orden, determinadas por los distintos grados, que, si significan valores, preeminencias y aun aumento de prerrogativas, imponen, no obstante, mayor número de deberes.
Como hermanos, los masones se deben mutuo auxilio.
Donde haya un masón afligido o necesitado deben estar todos sus hermanos para consolarle y socorrerle.
Como consecuencia de esta estrecha obligación, los masones se deben incondicionalmente a sus hermanos, y muy en especial en cuanto contribuya a mejorar su posición, siquiera porque el aumento de uno es tanto como el aumento de la Orden y así el de todos.
III
Estos fines de la Masonería son universales. Por eso los masones de todos los pueblos constituyen una sola y misma familia.
La Masonería quiere, además, que individuo y sociedad no sean principios antagónicos, sino términos precisos de una relación moral, y consecuentemente a ello, declara que aspira y trabaja con constancia para que la justicia sea la eterna reguladora en la vida del hombre en sus relaciones con la sociedad.
IV
La Masonería acata las instituciones legítimas que existan y puedan existir en su país. Por ello acata expresamente la Constitución Española promulgada en 1978.
V
Declara, por último, que es tarea primordial, a la que dedica sus actividades, la de trabajar por la paz de los pueblos, y condena todo procedimiento de fuerza encaminado a producir la guerra entre ellos.