Carta de un masón a sus hijos

Hijos míos:

El tiempo pasa sin darnos cuenta. Seguro que sabéis lo importante que es cada segundo de nuestra vida. Por eso, y aunque ha pasado el tiempo, cuando me contáis vuestras vivencias y cosas personales –que todavía lo hacéis- tengo que deciros que me dan fuerza, alegría, y cada detalle que os oigo es para mí un aprendizaje.

Cuando no os den miedo leyendas inciertas ni la oscuridad, abriréis, por fin, las páginas de algunos libros que ayer os parecían raros y que apenas habíais mirado. Cuando seáis mayores, o si ya lo sois, os acercaréis a esos señores o señoras que ahora os parecen extraños o con un cierto halo de misterio y, si no os causan desagrado,  quizá os merecen sólo cierta indiferencia.

Si lo considerarais, buscad a esas personas, que me llaman o me visitan, y con las que comparto unas horas, varias veces al mes. Podéis buscar a esos hombres y mujeres a quienes la sociedad identifica como “los masones” y que entre nosotros nos llamamos hermanos.

Tantas veces los habéis visto o escuchado, que seguramente ya los conocéis a todos. Algunos son jóvenes, otros ya con edades donde pueden verse sus arrugas y canas, señales de una vida muy intensa, como si se trataran de montañas coronadas por la nieve.

De todos ellos pude aprender bebiendo de la fuente de su sabiduría. Así pude compartir como una gran familia ese alimento tan diverso del vivir de cada uno de ellos, sus confidencias, sus gozos, sus penas, sus proyectos y las ilusiones del mejor amigo.

Sí, acercaros a ellos. No importa lo largo que sea el camino y los obstáculos que hayáis de vencer, estoy seguro que lo superareis. Os conozco muy bien desde el día que disteis el primer respiro de vida con un sonido vocal que siempre llevo grabado en mi corazón.

Y cuando conozcáis que hacen, cómo piensan y qué pretenden (siempre que estéis satisfechos viendo cubiertas vuestras inquietudes) UNÍOS A ELLOS. Pero sí, después de analizar sus principios, continúan sin respuesta todas vuestras dudas, entonces, hijos míos, SEPARAOS DE SU CAMINO CON LA DECENCIA DE PERSONAS DE BIEN NACIDAS.

Sí para entonces aún vivo, aplaudiré vuestra decisión cualquiera que haya sido. La aceptaré, porque la  habréis estudiado antes de definir y porque analizasteis para poder escoger, es decir, que habréis decidido por vosotros mismos, después de razonar.

Y si ya no vivo, sabré que vuestra vida estará adornada con los atributos que siempre busqué para vosotros y que lo importante es que OS RECONOZCAN COMO PERSONAS HONESTAS, VIRTUOSAS, JUSTAS Y RESPETUOSAS, OPUESTAS A TODO GÉNERO DE REPRESIÓN Y CON UN PROFUNDO AMOR POR LA HUMANIDAD.

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